Sin embargo, eso no es cierto porque algunos izquierdistas, como el recién fallecido Julio Anguita, ex alcalde de Córdoba y secretario general del Partido Comunista, supieron ganarse el respeto de muchos españoles, incluso de miembros de la derecha, por haber demostrado decencia, honradez y coherencia.
Anguita se ganó el respeto de los españoles gracias a gestos como el de haber renunciado a sus privilegios y pagas como político, viviendo voluntariamente una vida de ciudadano común. Su existencia diaria fue una bofetada para la mayoría de sus colegas políticos de la izquierda, que se han despojado de valores e ideologías, aferrándose al poder, a los privilegios y la rapiña como grandes motores de sus miserables vidas. Pero quizás su mayor mérito, además de er ejemplo vivo y respetable de ex político, haya sido sostener que a la gente hay que juzgarla por lo que hace no por lo que dice, refiriéndose a la mayoría de sus colegas de la izquierda, incluso comunistas, como Pablo Iglesias, al que nos consta que despreciaba profundamente, por predicar austeridad y hacerse millonario a la velocidad de la luz, o como Pedro Sánchez, miembro de un PSOE que Anguita siempre puso en cuarentena por sus hábitos corruptos, por quien sentía un profundo desprecio por sus mentiras enfermizas e incoherencia profunda.
La España actual, dominada por la izquierda, tanto política como culturalmente, es una muestra viviente para el mundo entero de lo que es capaz de hacer una izquierda corrupta y habituada a la rapiña. España está siendo dirigida por un grupo de personas sin valores visibles, ni respeto a las leyes, sin méritos que ofrecer a su pueblo, ávida de poder, privilegios y dinero, que es ejemplo de nada y que genera un pernicioso rechazo a los políticos y un odio creciente al sistema, que ellos han prostituido,
Julio Ánguita, como saben sus íntimos, compartía estos criterios duros sobre sus "colegas" de la izquierda española, pero sólo los dejaba salir de so boca, prudentemente, en las pocas ocasiones en que su indignación sobrepasaba los límites de la dignidad humana.
La muerte de Julio Anguita es triste y representa una verdadera pérdida para España y para la izquierda en general porque se ha marchado uno de los pocos izquierdistas dignos de respeto, capaz de cantar la "Internacional" sin que se le cayera la cara de vergüenza y de salir a las calles sin que le desprecien y abucheen sus conciudadanos, como ocurre hoy con sus "colegas", que, abrumados por el abuso de poder y por las culpas y traiciones acumuladas en la mochila de sus vidas, sólo se atreven a salir rodeados de policías y en coches con cristales tan opacos como sus carreras políticas de élite.
Francisco Rubiales