Alemania tuvo a su Hítler, la URSS padeció al criminal Stalin en el poder, Uganda tuvo a su Idi Amín, Haití fue destruida por Papa Doc y otros muchos países padecieron a sus propios verdugos, aunque la mayoría de ellos, gracias a sus leyes, controles y filtros, impidieron el acceso al poder de los más miserables. Los que sucumben al predador vivieron tiempos tan terribles que sus pueblos se sentían abandonados o castigados por el mismo destino.
España, cuya historia demuestra que es un país especialmente indefenso frente a la opresión, el abuso y la corrupción de las clases dominantes, ya padeció a un predador terrible en el poder hace tres siglos, con el rey felón Fernando VII, cuyas mentiras y traiciones truncaron la modernización de España, exterminaron a los mejores hijos de la patria, crearon divisiones y enfrentamientos todavía no resueltos y debilitaron tanto a la nación que España perdió entonces casi la totalidad de su enorme imperio colonial americano.
Tres siglos después, de nuevo ha llegado al poder un predador sin compasión, cuyos estragos a España ya nos han arrebatado la prosperidad y amenazan con destruirnos como pueblo y como nación. Si las instituciones y la ciudadanía hubieran funcionado, Zapatero no habría llegado jamás al poder o, por lo menos, habría sido derrotado en 2008, impidiéndosele cuatro nuevos años de destrucción y caos, pero no fue así porque coincidieron otros fenómenos y dramas: una democracia ya asesinada y transformada en partitocracia, una sociedad envilecida y narcotizada, un partido socialista que había perdido sus ideales y principios, unas instituciones debilitadas y dominadas por el poder ejecutivo y una oposición política decepcionante, cobarde e incapaz de sembrar ilusión.
A mediados de 2010, Zapatero está punto de culminar su mortífera agresión a España, después de haber recorrido un camino estremecedor de abusos, errores, despilfarros, mentiras y mazazos a la columna vertebral de España. Ha dividido la sociedad, ha estimulado la corrupción, ha endeudado al país hasta límites groseros, ha despilfarrado, ha mentido, ha desprestigiado la democracia y a la clase política, ha destruido gran parte del tejido productivo, ha sembrado el país de desempleados y pobres, ha envilecido todavía más la sociedad , ha comprado voluntades y votos, a diestro y siniestro, con dinero público, ha llenado las administraciones de enchufados y parásitos que ordeñan el erario y no aportan nada y ha hundido el prestigio y la imagen de España en todo el mundo.
Aunque una parte importante de la sociedad española, envilecida hasta extremos inimaginables, todavía sigue apoyando al dañino sátrapa, ya ha sido desenmascarado por la mayoría de los ciudadanos, que exigen la dimisión o elecciones anticipadas.
Aunque su desprestigio es ya sublime y sus estragos le impedirán ganar las elecciones del año 2012, es vital para la sociedad española, incapaz de soportar por más tiempo los daños que Zapatero causa a diario, cortar de raíz su caida en barrena y arrebatar inmediatamente el timón de la nación al predador. Aguantar hasta el año 2012 para expulsarlo del poder es temerario y, probablemente, suicida.
La Historia también demuestra que solo los pueblos dignos que saben rebelarse contra el abuso merecen sobrevivir.
¡Pobre España, tan lejos de Dios (y de la democracia) y tan vejada por Zapatero, nuestra peor pesadilla!