Acaba de terminar la Semana contra la Pobreza, que ha pasado sin demasiada repercusión entre los medios. Una pobre semana...
¿Y en España?. Pues hemos constatado cómo estos cuatro años de gobierno neoliberal y ultraconservador de Rajoy y sus huestes han traído básicamente dos consecuencias: la extensión brutal de la pobreza (más del 20 % de la población por debajo del umbral de la pobreza y el segundo país de Europa en pobreza infantil) y un incremento inusitado de la desigualdad (el número de millonarios en España ha crecido en el último año un 24 %, mientras la renta de la población más pobre sigue cayendo en picado). En cierto sentido, reconoceremos que este gobierno es muy eficaz en sus políticas, pues han conseguido una especie de cuadratura del círculo: más pobres y más ricos.
Pero al margen de todos estos dolorosos datos, ha habido algunas cosas durante esta semana que han llamado mi atención. En especial las medidas que se proponen desde ciertos ámbitos para luchar contra la pobreza en España. En esta semana no han faltado voces que han reclamado la creación o el incremento de lo que se vienen a llamar rentas de inserción para luchar contra el problema de la pobreza. Me parece correcto, pero creo necesarias algunas precisiones, cuando menos terminológicas.
Lo cierto es que nadie preveía la situación actual, con semejante incremento de la desigualdad y con la apabullante extensión de la pobreza que estamos presenciando. Pero creo que a los técnicos del Sistema de Servicios Sociales, esta situación nos ha pillado con el paso cambiado y todavía no hemos sido capaces de transmitir a la sociedad un mensaje y unas medidas unificadas ante el problema.
Algo que me parece urgente aclarar a la sociedad es que pobreza y exclusión social son dos realidades distintas. Dos entidades nosográficas (si pudiéramos hablar en estos términos para las cuestiones sociales), ciertamente diferentes.
Creo que los profesionales y técnicos del sector lo tenemos claro, pero como os digo ni los responsables políticos ni los medios de comunicación transmiten claridad alguna, por lo cual la sociedad está muy confundida.
Naturalmente, la exclusión social y la pobreza están interrelacionadas. Es obvio que lo están, del mismo modo que la hipertensión puede estar relacionada con el infarto de miocardio o la diabetes con la ceguera. Pero son cosas distintas.
Estoy dispuesto a admitir que en el caso de la pobreza y la exclusión podamos hablar incluso de una especie de patología dual, como solemos hablar (y eso que me gustan poco estos términos) en el caso de la toxicomanía y la enfermedad mental.
La pobreza es un factor de riesgo importante para la exclusión social, del mismo modo que la exclusión social tiene como consecuencia en muchas ocasiones la pobreza. Pero no es lo mismo la situación de pobreza en una familia que historicamente ha tenido una serie de deprivaciones culturales y sociales, con problemas de variado tipo, que en otra cuyo único problema haya sido la salvaje disminución de rentas e ingresos como consecuencia de la situación económica social derivada de un neoliberalismo inmisericorde.
A nadie se le escapa que en el primer caso, para ayudar a esa familia habrá que diseñar medidas complejas y trabajar en muy diversas áreas. Seré generoso al decir que las rentas de inserción que hemos tenido en España era ésto lo que pretendían.
Pero en el segundo caso, lo que necesita principalmente esa familia es dinero. Dinero y empleo. Punto. Gran parte de la pobreza en España hoy tiene un carácter unicamente estructural. Estas familias y personas no necesitan inserción y si la necesitan, la simple mejora de su situación económica la va a procurar.
Por eso pienso a veces que erramos cuando nos adscribimos sin matices a pedir el incremento de estas medidas de inserción. Claro que está bien reclamarlas, tanto como denunciar su ineficiente diseño (de lo cual por otra parte no oigo tantas voces como serían necesarias), pero no para la lucha contra la pobreza.
Ya he dicho en otras ocasiones que la lucha contra la pobreza no debe configurar el objeto del Sistema de Servicios Sociales. Este problema debe ser un objetivo compartido por todos los Sistemas Públicos de Protección Social y su solución pasa por políticas universales y redistributivas de rentas e ingresos.
Si no aclaramos estas confusiones corremos riesgos importantes. Por ejemplo, convertirnos en el Sistema de atención a los pobres, renunciando inadvertidamente a la universalización por la que tanto hemos luchado. También el alinearnos sin darnos cuenta con el mensaje culpabilizador del catecismo neoliberal, que viene a decir que la gente se encuentra en situación de pobreza por su exclusiva e individual responsabilidad.
¿Y eso del 0,7 %, qué es? -me pregunta Wang.
- Otro día, Wang, ya te lo cuento otro día...