El Sr. Iglesias promueve una moción de censura que sabe condenada al fracaso de antemano, pese a lo que insiste con la finalidad, creemos todos, de llevar a posicionarse a un PSOE en horas bajas. No tiene candidato, no hay programa alternativo, dice plantearla por “responsabilidad” y “emergencia democrática” (fue a raíz de la detención de Ignacio González, entiende uno que la emergencia debería haber sido anterior a la captura del delincuente, su encarcelamiento es signo de salud institucional) y espera contar con el apoyo de una foración separatista que, cuando menos, es ambigua con el terrorismo. Reuniones que, por cierto, llevó a cabo de forma discreta, oculta, siendo quienes apoyan la radicalidad los que hicieron pública la noticia. Curioso ejercicio de transversalidad el de D. Pablo, que se hace cada vez más populista, menos centrado, regresando al tiempo pasado en el que arengaba las asambleas populares. De ahí, a pretender presidir una nación del primer mundo, hay un abismo insalvable. Y este tipo de actuaciones deben permanecer en el recuerdo de los ciudadanos, especialmente en el momento de depositrar el voto el la urna.