Hay otra forma de persecución que tal vez no sea amenazante, pero que destroza el corazón: la que surge de los miembros de la familia que no son creyentes. Cuando los seres queridos ridiculizan nuestra fe o se burlan de lo que creemos y de cómo demostramos nuestro amor a Dios, nos sentimos rechazados y despreciados.
Pablo les advierte a los creyentes que seguir a Cristo generará persecución: «… todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Timoteo 3:12), y sabemos que el rechazo a veces vendrá de parte de aquellos a quienes amamos (Mateo 10:34-36). Pero cuando nuestros seres queridos rechazan el amor de Dios, lo tomamos en forma personal.
Jesús nos dijo que oráramos por quienes nos persiguen (Mateo 5:44), y esto incluye a otros aparte de los desconocidos que nos odian. Dios puede darnos gracia para perseverar en medio de la persecución, aun cuando esta provenga de aquellos a quienes amamos.
La gente puede burlarse de nuestro mensaje, pero no puede detener nuestras oraciones.
(Nuestro Pan Diario)