Llueve fuerte esta mañana, como a mí me gusta. La lluvia despeja dudas y arrastra partículas minúsculas de contaminación atmosférica a las alcantarillas, y con ellas ese juego a dos en una partida en la que deberíamos jugar todos, ese bipartidismo que secuestra voluntades en aras de algo tan etéreo como el llamado voto útil, un adjetivo subjetivo por supuesto.
Ayer pudimos. Podemos concentra en una palabra un golpe de fuerza, sin eufemismos ni palabras huecas vaciadas de sentido. Podemos y, si podemos, debemos.
Manel Fontdevila (eldiario.es)
Pero (habría que quitar esta preposición del diccionario) no hay que lanzar las campanas al vuelo. Ayer hubo 350.000 votos en blanco y más de la mitad de los electores no acudieron a la fiesta de la democracia. La abstención fue la gran ganadora de la noche, una pena, un despilfarro. Desidia, desconfianza, pasotismo incluso para ejercer un derecho, este sí sistémico, como el del voto.
Y puede parecer que no hay por qué alarmarse con la cifra, puede parecer que aquí no hay riesgo de que un partido ultranacionalista y xenófobo gane las elecciones como ha ocurrido en Francia (el PP tiene bien cubierta y agradecida a su banda ultraderechista), pero el aviso a navegantes ya está dado.
Aun con todo, me gustan mucho más las infografías de ayer que las de 2009. Hay alternativas, se palpan, han dejado de ser un semicírculo bicolor, ahora hay matices, más visibilidad para partidos minoritarios, estrenos que entran por la puerta principal del Parlamento, aunque sea el de Estrasburgo, tan ajeno, tan lejos, tan de Estrasburgo…
Y, con todo, se pierde algún dato en medio de la marabunta, por obvio: el PP ha sido el partido más votado. Tras él, el PSOE pese a su desastre, otro, otra vez sin precedentes, que tendrá que afrontar con una refundación: ya no sirven excusas ni regates para esquivar lo inevitable. Y apenas queda ya tiempo para poder mejorar en capacidad de comprensión lectora. Feliz día de lluvia.