El progresismo militante tiene clara tendencia a prohibir en nombre de la libertad; si no les gustan los toros, pues se considera el sufrimiento del animal como intolerable en una sociedad libre, plural, moderna y democrática y se cercena la posibilidad de que nadie disfrute de la fiesta nacional en aras de los pobres astados. Ya está. Ahora le toca la Semana Santa a Sevilla, sobre la que la lideresa de Podemos en Andalucía, afirmó que su celebración depende, como todo, de la voluntad ciudadana. Toma ya. ¿Depende también del mismo deseo popular la celebración del ramadán?. ¿O la del rezo cierto número de veces al día en dirección a La Meca?. Yo, personalmente, tengo una propuesta: Quiero prohibir la acuicultura. Estoy seriamente comprometido con el sufrimiento de la lubina y del rodaballo en las granjas marinas donde carecen de libertad de movimientos, son alimentados con restos biológicos y sufren estrés. De ninguna forma se puede tolerar el padecer inhumano de estos peces, que luego se utilizan como disfrute de los adinerados en comilonas y celebraciones. Propongo que, hasta ver definitivamente solucionado el problema, cerremos la totalidad de supermercados de alimentación donde se comercialice este tipo de produtos, empezando por El Corte Inglés, donde, por cierto, tienen hasta besugos de cultivo, y pidamos todos una modificación de la Constitución en la que se reconozcan los derechos de estos pobres animales.
Kafkiano.