El marketing político de Podemos ha ganado su primera batalla. La comunicaciónpolítica- ese término- se ha impuesto, al menos de momento, como caballo ganador en la ruda conquista por la hegemonía. Decimos de momento porque, como afirma el sketch de El hormiguero, 'lo han hecho todo ellos', el Partido Popular y también el PSOE, inimitables en su perseverancia por cavarse una tumba como es debido: corrupción, incapacidad de ofrecer un proyecto coherente de país en el que queden incluidas las demandas ciudadanas, tensiones internas y crisis económica y social. La capacidad comunicativa, en términos políticos, de la cúpula de Podemos ha sido exitosa al gestionar esa crisis y reconstruirla en sus propio vocabulario, logrando compatibilizar un análisis de izquierdas con la percepción intuitiva de las mayorías, no sin pérdidas. Esos sacrificios- la renuncia a una identidad ideológica, las vacilaciones en torno a elementos centrales del proyecto político (el impago de la deuda, la renta básica, la forma de gobierno del estado, etc.), paulatinamente van cobrando importancia a medida que las cartas ganadoras de la primera parte de la batalla también van dejando de tener su poderoso efecto- ese poderoso efecto negativo de la crítica que en filosofía o en ciencia política puede ser suficiente, pero que en la realidad es solo una columna del problema. Una vez disipado el efecto de la crítica, el oído del público quiere escuchar lo siguiente: las propuestas concretas.
La estrategia inicial de Podemos parecía centrarse en traducir el lenguaje clásico de la izquierda, alejado del sentir común, en el lenguaje afectivo e inmediato de las masas, crear una koiné política a través de la que cohesionar las grandes demandas ciudadanas después del 15-M y lo que ello supuso. Esta fase del proyecto Podemos fue un éxito y es legítimo reconocerlo. ¿Qué viene después? Para Pablo Iglesias (PIT en adelante) está claro: la toma del poder a través de unas elecciones generales. Quizá solo de forma aparente esta obsesión de PIT es simétrica con respecto de las ideas al respecto que pudieran tener los círculos de Podemos, pero marca una diferencia sustantiva. Hay un ejemplo de ello en una conferencia de PIT en el contexto de unas jornadas de la UJCE. (Se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Zh2qWOsRyO0). Ante la pregunta de un asistente sobre cuál debiera ser el enfoque de la educación, PIT no vacila. La educación no se logra a través de la micropolítica, en los centros sociales gestionados por el barrio o en las asociaciones de estudiantes y obreros, sino desde el faro rector y vertical del Ministerio de Educación. Asombra la convicción con la que PIT afronta cualquier cuestión política. La solución pasa siempre por la toma del poder estatal; se comprende entonces que la centralización organizativa de Podemos no fuera mero capricho de PIT, sino la base fundamental de su proyecto- del proyecto de PIT, no del de Podemos-. El resto de la gente- los círculos, las distintas listas, etc- vacilaron y finalmente aceptaron el órdago. Pero ello no era resultado de una casualidad, ni tampoco una concesión que los círculos aceptaron a fin de avalar a lo que se ha llamado “el grupo promotor”. Era la base del proyecto, y quien no entienda esto no ha entendido a PIT.
Pero PIT se ha esforzado en dejar claras sus convicciones. Nadie puede acusarle de lo contrario. Solo cuando se trata de llevar a cabo la estrategia, solo cuando se trata de “comunicar”- es decir, de disfrazar los proyectos verdaderos como pasaporte para llevarlos a cabo- PIT puede parecer confuso, despistado o vacilante. Pero la razón no es que PIT no sepa cual va a ser su proyecto. La razón es que su proyecto realno es hegemónico. No puede aparecer en televisión. Lo que nos podemos preguntar es si su estrategia de marketing político la ha utilizado solo con el sentir indignado de la ciudadanía o si también la ha extendido a los adheridos a su proyecto, es decir, a los círculos. Esa inmensa gente poco politizada o reacia a entender el mundo con la semántica de la izquierda clásica, que brotó a lo largo y ancho del 15-M, que exigía poder ciudadano y control total de los representantes políticos, y cuya expresión ha sido mutilada por orden de PIT y el “Grupo promotor”. Lo que se ponía en cuestión en Podemos era el patronazgo del proyecto, es decir, en qué iba a consistir finalmente Podemos y si se trataba del verdadero heredero del 15-M o de otra cosa. (La imagen de portada de PIT en su twitter es una foto de una manifestación de este movimiento en la puerta del Sol). La mutilación de los sectores transversales y horizontales era la condición sine qua non para que PIT pudiera conseguir su objetivo político: la toma del poder. Por eso se puede decir que lo que en aquellos días claves en los que Podemos estaba configurando su esencia lo que había en juego eran dos proyectos distintos. Que uno era el de PIT y otro el de los herederos del 15-M no es una suposición sin base. PIT es un comunicador pero también un político. Y él no es uno de aquellos inocentes o vírgenes de la política que, cansados y hastiados por la corrupción y la crisis, se acercaron a las plazas para configurar un nuevo modo de hacer política. La aparente vacilación de PIT en torno a algunos temas de la futura política de Podemos oculta una firme convicción en torno a temas clave de la sociedad, como la educación, la sanidad, las bases militares de la OTAN o la forma de gobierno del estado. Esa convicción también era necesaria para formar un equipo de gobierno fuerte, que fuera capaz de llevar a cabo su programa y que no se perdiera en vacilaciones y dudas obstaculizantes.