La instantánea del día muestra precisamente, a una de estas señoritas en el evento motociclista referido, no cabe duda, al menos en apariencia, de que estamos ante una mujer atractiva, vestida con la elegancia propia de un toque español inconfundible, labios rojos incluidos. A lo que dicen nuestros progresistas de cabecera, este hecho “cosifica” a la hembra de la especie, así que estos ciudadanos (y ciudadanas) proponen, como suele ser habitual, mediante la correspondiente prohibición, solucionar el supuesto problema.
Lo malo es que en Jerez, donde existe una elevada tasa de paro, como en el resto de Andalhcía, el Gran Premio genera numerosos puestos de trabajo, temporales por desgracia, entre los que se encuentran los de azafatas como la mostrada en la imagen, que no estarán excesivamente conformes con la clase de libertad que los podemitas defienden para este colectivo.
Después, basta una análisis histórico superficial de las charlotadas podemitas desde las últimas elecciones: Han dicho que se debía (o podría) prohibir la Semana Santa sevillana, muestran su desacuerdo con el luto militar durante las celebraciones cristianas, luchan por terminar con la Fiesta Nacional, pretenden eliminar las azafatas del Gran Premio de Jerez por “cosificar” a la mujer y consideran “microagresiones” machistas el hecho de que un caballero separe las rodillas mientras permanece en sedestación. ¿Son verdaderamente estos los problemas de la ciudadanía que han venido a solucionar los emergentes?. Resulta patético que los municipios y autonomías en los que han alcanzando cuota significativa de poder, no se ha arreglado nada, no se produjeron cambios significativos y los debates suelen centrarse en nimiedades como el nomenclator callejero o el comportamiento de los varones en el metro.
Uno, que es absolutamente liberal, entendería más razonable que se preguntase a las interesadas si se afectan por vender su imagen en la forma que determina la organización del campeonato de Jerez; lo contrario no deja de constituir una forma de imposición a la que nos tienen acostumbrados los podemitas, basada, como casi siempre, en prohibir en nombre de la libertad. Curioso.