He tardado mucho en escribir una pequeña crónica y opinión sobre el fenómeno Podemos debido a mi consabida fobia hacia esta plataforma. Los que me conocen saben que solo he tenido críticas para los recién llegados a la política española y no quería manchar mi pequeña bitácora con exabruptos. Así que espero poder hacer un ejercicio de toma de distancia y escribir una opinión ponderada sobre el fenómeno-partido que, aunque opinión personal y subjetiva, se adapte a los principios de un debate civilizado. En primer lugar considero que juzgar el fenómeno-partido es sumamente complicado porque tanto los líderes como los simpatizantes se mueven indistintamente en ambos planos y las críticas que se le hacen al movimiento no sirven para el partido y viceversa. Pero es precisamente esta ambigüedad la que le está dando unos frutos excepcionales en ambos campos: la del apoyo popular y el auge en las encuestas. El grupo formado por una serie de profesores de políticas supo gestionar de una manera brillante el descontento formado en torno al 15M y las sucesivas protestas sectoriales (marea verde, blanca, etc) y los numerosos actos de protesta como rodea el Congreso.
Supieron canalizar el descontento hacia una plataforma que, en sus inicios no era un partido definido. Su líder, un veterano de la política universitaria, formado en las juventudes comunistas y con un largo historial de asesoramiento en diversos ámbitos políticos así como un programa y una productora propia, comenzó a aparecer asiduamente en tertulias políticas, muchas de ellas de bajo nivel, para ser conocido por el público. Aunque había cometido la valentía de ir a medios y tertulias de extrema derecha a defender su postura, lo que le catapultó a la fama fue la aparición en el debate político de la sexta los sábados por la noche. Una tertulia de bajo calado con unos invitados de nivel mediocre que hacía cercanos los temas políticos y donde Pablo Iglesias lucía con mayor intensidad. Fue aquí, en el sálvame de los programas políticos donde el líder de podemos se dio a conocer antes de la existencia del propio partido. Es por ello que concurrió a las elecciones europeas bajo unas siglas entonces desconocidas sin logotipo y con su cara en las papeletas para que el elector supiera a quien estaba votando. Un movimiento inteligente que le catapultó con 1'2 millones de votos a la cuarta posición. Era el comienzo de un terremoto político desconocido en el estable sistema de partidos de la democracia española.
Como dijo el propio Pablo Iglesias, los resultados eran impresionantes para unos recién llegados a la política pero no se iban a conformar con eso. Su objetivo era expulsar a la "casta" de las instituciones. Como buen político, Pablo dijo una mentira rodeada de verdades para que fuese digerible. Es verdad que su objetivo es la Moncloa y que desea desalojar a los partidos tradicionales que él llama casta, pero no es cierto que sean unos recién llegados a la política. Si nos atenemos al calificativo "político profesional" tal vez Pablo Iglesias sea el más profesional de los políticos de la escena española. Nadie hace como él ese trabajo, mide todas y cada una de sus intervenciones, se prepara todas las entrevistas, todas sus intervenciones en el europarlamento, hace, en definitiva, lo que deberíamos exigir a todos los políticos: profesionalidad.
El espaldarazo del electorado en las elecciones europeas de mayo supuso el punto de partida de un ascenso que aún continúa y para ello ha contado con la inestimable ayuda de la Sexta que no pierde oportunidad de invitar a los líderes de podemos y a la torpeza de los principales partidos políticos. PP y PSOE llevan demasiado tiempo acostumbrados a tratar con líderes mediocres de uno y otro lado, de modo que no dejan de empujar a masas de votantes a los brazos de Podemos. Por tanto, de momento Podemos no tiene un voto propio abultado, sino que estamos ante un voto prestado (si es que existe tal término) debido al demérito de los partidos tradicionales.
Pero, una vez constituido como partido, ¿Es podemos una alternativa? Es difícil saberlo porque las líderes se esconden bajo una ambigüedad calculada que, a la larga, puede perjudicarles. Por eso siempre se le pide una definición que a los otros partidos no. Porque los otros se sabe qué harán. La pregunta del millón es si la sociedad española quiere realmente la alternativa que dice representar podemos, un giro de 180º a todo lo que hemos vivido o simplemente queremos pequeños ajustes que limpien la democracia española. ¿Qué tipo de alternativa representa podemos? ¿Es socialdemócrata? Porque de ser así es más de lo mismo y no supone alternativa ninguna, solo un candidato más subido al carro de la alternancia. Los demás partidos no sufren el acoso permanente por la definición programática que cae sobre podemos y ello es porque se sabe que tienen un programa para gestionar el actual sistema, pero podemos se presenta como alternativa al "régimen del 78", es por ello que nos debe una mejor explicación que los demás porque dicen proponer un modelo distinto no solo de hacer política, sino de organización social, su proyecto va más allá de unas meras elecciones, o eso no han querido vender.
Es por eso que todos los partidos y el resto de la sociedad caen en pedir a podemos mayor definición. No solo porque no la hemos tenido hasta ahora sino porque su ambición así lo exige. La ambición de un "cambio de régimen" exige mayores explicaciones que una soflama, sino a la larga puede caer en el fracaso. A pesar de la torpeza con que se ha criticado a la nueva formación, su proceso constituyente no ha sido todo lo asambleario que hubieran deseado los más creyentes. Pablo sabe que solo un partido monolítico con una ejecutiva y un planteamiento tradicional puede vencer las elecciones. "Con Yes secretarios generales no se vence a Rajoy ni a Sanchez" apostilló en el congreso fundacional del Partido. Así pues, el movimiento se hizo un partido más, con grandes posibilidades, pero uno mas al fin y al cabo. Estamos viendo la larga mano de la ejecutiva a la hora de poner candidatos más allá de las "asambleas ciudadanas" y así debe ser si quieren copar cotas de poder y no caer en la irrelevancia de un movimiento asambleario. Si la democracia, como decía Winston Churchill, es el peor de los sistemas exceptuando todos los demás, tal vez Podemos, ha pasado de ser un movimiento nuevo e ilusionante a ser el peor partido, exceptuando todos los demás para poder llegar a la Moncloa. Si ésta metamorfosis para logar captar al electorado de centro sin perder a los que ya tenía de partida es algo que está por ver y que marcará el éxito de su proyecto. Pero aunque hay una calculada ambigüedad por parte de todos los dirigentes de podemos hay ciertos puntos flacos o ciertas apuestas que pueden salirle realmente mal a la nueva formación.
Otra apuesta de Podemos que evidencia que la Moncloa es prácticamente su único objetivo es el hecho de que no se presentan a las elecciones regionales y municipales. Se han escudado tras candidaturas variopintas que el partido apoyará o no. Es una forma hábil de evitar identificaciones y líderes oportunistas que se suman a las buenas expectativas de Podemos, pero también pueden pasar a ser una formación poco relevante ante el racimo de siglas y eslóganes bajo los que se esconden en cada localidad. Aunque todo indica que el PP perderá muchas mayorías absolutas y concejales en estos comicios, dudo que pierdan poder municipal ya que se enfrentarán a un bloque de izquierdas dividido que al final les hará ser la fuerza más votada en muchos ayuntamientos.
Las elecciones anticipadas en Andalucía, convocadas por Susana Díaz en un audaz movimiento, es una oportunidad para probar su poder regional. El problema es que Podemos no existe en Andalucía y la candidata está poco asentada. Teresa Rodríguez, proveniente de la izquierda anticapitalista, tiene una previsión del 15% de los votos. Aunque eso aleja a Susana Díaz de la mayoría absoluta también aleja a cualquier otro partido que no sea el PSOE para formar gobierno. La misma dispersión de votos que podría beneficiar al PP en las generales parece que beneficiará al PSOE en Andalucía. Y que Podemos comience su súper año electoral, su paseo triunfal, con una derrota podría hacerle perder el paso de forma importante si en mayo no suma alguna alcaldía importante a su aún inexistente cota de poder.