Podemos y las medidas desesperadas

Publicado el 05 junio 2019 por Mike Sala @mikesala65

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Lo de Podemos, o Porremos, o Unidos Podemas, o como vaya a llamarse esta banda dentro de un tiempo, no deja de ser interesante si nos atenemos a un punto de vista exclusivamente periodístico y político.
El fracaso de este partido político recolector del voto cafre no parece que haya empujado a sus líderes máximos a ver la realidad tal y como es. Ni Pabla Iglesios ni Ireno Montera aciertan a ver que ellos mismos, su modo de vida y lo que dijeron a sus votantes que había que hacer y cómo había que pensar(para luego ir ellos en dirección contraria)además de esa extraña querencia que han demostrado consistente en incluir en sus listas por toda España a corruptos, a condenados en firme por los más variados delitos (incluyendo el asesinato y el abuso de menores) y su hiperactividad en crear por todo el país una pléyade de marcas blancas que han acabado por revolverse contra su propio partido-madrastra, han sido motivos de mucho más peso que las políticas que Podemos, o Porremos, o Unidos Podemas, o como vaya a llamarse esta banda dentro de un tiempo, hayan podido hacer en los últimos años.
Porque si los líderes de este partido del perroflautismo, la ignorancia supina y la maldad estructural, habían pensado elaborar el explosivo perfecto para hacerse saltar por los aires a sí mismos, habrá que reconocerles el mérito de haberlo conseguido con una enorme efectividad, puesto que a todo lo anteriormente descrito solo hacía falta sumar las delirantes, absurdas y malintencionadas políticas seguidas por los llamados alcaldes del cambio, todos pertenecientes a las marcas blancas auspiciadas por el llorón de Galapagar, para transmitir una completa imagen al electorado-incluyendo al propio y más fiel-que mostrase precisamente a qué partido no votaría el común de la gente que tuviese al menos dos dedos de frente para reconocer los fraudes políticos, aunque éstos se reconozcan tarde.
Y así ha sucedido. Podemos, o Porremos, o Unidos Podemas, o como vaya a llamarse esta banda dentro de un tiempo, ha quedado en el chasis tras las dos pasadas jornadas electorales, cediendo casi la mitad de escaños en el Congreso de los Diputados. Ya no ilusionan a ilusos. Ya no representan la promesa antisistema. Ni siquiera pueden aparentar imagen de unidad en la catástrofe.
Tras los muros del nuevo vaticano de Galapagar, el papa y la papisa morados han tomado la decisión de radicalizar aún más la imagen de su partido. Atrás quedó el intento de aparecer ante las cámaras como un predicador cheposo y con coleta, de talante conciliador y ecuánime, tratando así de dejar en ridículo a sus tres rivales en los debates televisados; lo que prueba que este predicador del odio lleva años tomando a sus votantes y al resto de españoles por perfectos idiotas. ¿Esperaba acaso convencer con esa actitud a millones de electores que llevan ya casi una década siendo testigosen Youtube, en televisión y en sus mítines, cómo este mediocre venido arriba ha estado diciendo las mayores barbaridades y las más solemnes estupideces?
Para la cúpula podemita la solución a su crisis interna pasa por radicalizar más aún a lo que queda del partido. Pablo Echenique, un tipo que jamás ha aportado nada que no sea llamar fascista a cualquier persona que no piense como él, ha sido catapultado de la primera línea del poder morado hacia un puesto de “negociador” con el PSOE. El tiempo ha demostrado que las medidas populistas diseñadas para impactar mediáticamente en el público podrán tener un éxito inmediato, pero si no se refuerzan con algún contenido, dichas medidas populistas conducen al fracaso. Echenique es el perfecto ejemplo de ello ahora. Un mediocre demagogo y manipulador al que llevaban a todos sus mítines y a ciertos programas de televisión para explotar su imagen de discapacitado, que como secretario de organización ha resultado ser un cero a la izquierda porque en lo único que ha demostrado tener algún talento ha sido en eructar continuamente mensajes antifascistas contra todo el que se le cruzase por delante.
Así, ante semejante fracaso del personaje, de sus supuestas ideas y del partido en general, a Pabla Iglesios no se le ocurre otra idea que colocar a Alberto Rodríguez como relevo de Echenique para controlar a un partido que hace aguas por multitud de brechas y que vive en estos días una avalancha de disidencia interna que, bastante crecida, pide las cabezas del papa y la papisa podemitas, y que de milagro no exige la demolición de los muros de su nuevo vaticano de Galapagar.
A priori, no parece buena idea tratar de solucionar un problema buscando agravarlo. Es decir, que sustituir a un radical falsario y provocador por otro que cuenta con antecedentes no precisamente tranquilizadores, no parece que vaya a ser la fórmula que atraiga de nuevo a los descontentos del PSOE hacia las filas moradas. Pero, por otro lado, Alberto Rodríguez, el sustituto de Echenique, siempre ha tenido mejor prensa entre los más partidarios de Izquierda Unida que el agitador argentino, siendo el primero más afín al ideario de IU de lo que nunca fue el segundo. De hecho, Rodríguez proviene del PCE, lo que garantiza, si es que en política se puede garantizar algo, un mayor compromiso izquierdista que el que aportaba Pablo Echenique con sus orígenes políticos iniciados en un partido como Ciudadanos, que nada tiene que ver con la ideología que posteriormente ha venido defendiendo el argentino que ahora presume de aragonés.
Está por ver si las medidas desesperadas adoptadas por la jefatura de Podemos, o Porremos, o Unidos Podemas, o como vaya a llamarse esta banda dentro de un tiempo, lograrán asentar de nuevo al partido en el sector de la izquierda del que ha sido desalojado por los votantes. De momento, el cambio de un tipo pretendidamente intelectual y realmente inútil para liderar la organización de semejante secta y del que el partido ha tratado de explotar su imagen de discapacitado con un éxito más bien efímero, por otro tipo con rastas (siempre buscando la imagen) ha tenido el efecto deseado y ha ocupado titulares en la mayoría de los medios.
Alberto Rodríguez, como nuevo jefe de organización más identificado con el comunismo, ha recordado en una entrevista concedida hoy que siempre fue partidario de descentralizar el partido y adaptarlo a las particularidades de cada territorio donde tenga implantación, y que ése es un objetivo que le gustaría conseguir a medio plazo.
O dicho con otras palabras, Rodríguez quiere convertir  a Podemos, o Porremos, o Unidos Podemas, o como vaya a llamarse esta banda dentro de un tiempo, en una fuerza política que diga una cosa o la contraria dependiendo de dónde la diga y ante quien la diga. Si esto no constituye todo un ejemplo de ser un partido más del sistema, no sé qué mejor ejemplo se puede encontrar.
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