El inquisidor intenta hacer oídos sordos al griterío de la multitud que había reunida en la plaza del pueblo. Tiene delante de sus ojos, atada de pies y manos, a una bruja que ha sido denunciada varias veces por sus propios vecinos. Al parecer, le habían visto pintarrajear números extraños mezclados con cruces, rayas y otros símbolos propios del demonio.
Había mandado ya a ciento de mujeres a la hoguera por casos similares.
Una muerte más o una muerte menos no iba a manchar su conciencia.
Eso seguro.
La muchedumbre no paraba de gritar y condenar a la víctima.
El inquisidor vuelve a regocijarse una vez más en el poder que ostenta. Este juego puede llegar a ser divertido. Disfruta de esos instantes y observa a toda la gente que está pendiente de su veredicto.
- Que esta mujer quede libre de todo cargo – sentencia.
Daniel Fopiani