Al chasquear de las gotas
figuro una ausencia inquebrantable
bruta y desalmada
intocable, inviolable.
Palpo a certeza que para mí ya inexistías
te cargaba a medio venir, para mi desgracia
llevaba tus úlceras en mis penas
pudriendo nuestros mejores recuerdos
y el orín intoxicado, pelaba —silente—
la sonrisa de tus ojos.
Dejaba minusválidos ante tu cálido olor
mis rabias y rencores
y drogaba por laceraciones compartidas
aquellos cómplices temores.
Eres esa desdicha que veneraré recordar.