Nada de piedad, nada de lágrimas pueriles. nada de clemencia. ¡Os lo ruego! Quien condena a los débiles se maldice a sí mismo.
Maldigo al hombre que ofrece su lomo a las pezuñas de las panzas prominentes.Maldigo al hombre que ofrece sus brazos a las fauces de las bocas cavernosas.Maldigo al hombre que ofrece su cráneo a las garras de los ojos afilados.
¡Yo me maldigo por no desplegar la furia salvaje y la cólera insatisfecha contra las blasfemias que estremecen el alma!