Poemas del desamor verdadero

Publicado el 02 marzo 2020 por Rubencastillo

La juventud, por su condición misma, desconoce los acíbares de la frustración. Todo en ella es júbilo, arrebato, ansia, proyecto e infinito. Cuando aún son pocos los años que nos afligen lo tenemos claro: el futuro (esa sustancia cuyos perfiles todavía desconocemos, y aun despreciamos) se nos entregará sin reservas y nos hará dichosos. Será (quién lo duda) un ámbito de luz, un paraíso alcanzado. Pero pasa el tiempo y su huracán de arena gris modera nuestra euforia: llegan las primeras decepciones, que pronto se arraciman, huérfanas de misericordia; llegan las lágrimas, que son agua en nuestros ojos y ácido en nuestras mejillas; llegan la amargura y el desengaño, que tajan la carne de nuestro espíritu y nos certifican el error en el que estábamos viviendo.Pascual García, poeta maduro desde su juventud, ha alcanzado también la otra madurez, mucho menos agradable: la de descubrir que las esperanzas tenían su reverso de hiel, agazapado y turbio; la de descubrir que el amor, lejos de erigirse en espacio intocable y purísimo, admite las salpicaduras del fango y muchas más grietas de las que podíamos sospechar; la de comprender que sólo éramos felices mientras vivíamos en la burbuja de la ignorancia. Así, el llamado “amor verdadero” queda transmutado en “desamor verdadero”, en miasma, tristeza y soledad golpeada por el viento.El poemario, que se inicia con un verso luminoso (“Tú y yo cogidos de la mano, juntos”), pronto gira hacia las revelaciones amargas. Esas manos que parecían fundidas para la eternidad comienzan a distanciarse, a perder calor, a convertirse en animales ariscos que cuelgan de unos brazos desilusionados; y el corazón extrae sus conclusiones, muchas de ellas cifradas de una forma dura, tajante, amarguísima: “Unos años que perdí en balde”, “La noche se quedó en nosotros para siempre”, “Fuimos naufragio desde el primer día”, “La carne y los sueños no eran compartidos”… El balance no puede resultar más apocalíptico y se llena de palabras quizá injustas, pero es que el animal herido no se puede permitir el ejercicio de la mesura. Todo es para él “noche o relámpago”, como clamaba Pablo Neruda: una oscuridad larguísima y leves fogonazos de luz.Mediante significativas repeticiones léxicas (la huida, la juventud, la soledad), que se alternan con otras incluso más abundantes (las manos son mencionadas sesenta veces; la memoria, treinta y dos), el poeta construye con rotundidad dolida el campo verbal de la desilusión, del páramo y del ulular del viento con unos versos sólidos, firmes, inolvidables. Poemas del desamor verdadero supone el testimonio de un gran poeta que, en medio de la tristeza y la soledad, se sienta y escribe para dejarnos su dolor en forma de tinta.