Zaida del Río expone en galería Orígenes
Por Toni Piñera
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9 de Marzo del 2013 23:28:18 CDT
Fantasía, autenticidad e imaginación corren por la obra de esta original artista como el agua del Río que llega desde el apellido de Zaida, cálida, transparente y con una fuerza sobrenatural emparentada con los misterios de la existencia. En un conjunto de cerca de 20 obras (técnica mixta/lienzo), ella deambula ahora de la mano de una poesía que se va acumulando en las superficies, como sobrevivientes de naufragios interiores, de búsquedas externas por noches y días de insomnio, y por sus paseos por la naturaleza que nos rodea.
Se trata de la exposición Marinas, abierta en la galería Orígenes (Prado, entre San Miguel y San Rafael, La Habana Vieja), del Fondo Cubano de Bienes Culturales, en la que el lirismo y esa capacidad de «traducir» en imágenes los sentimientos más íntimos se rebelan en sus entrañas creativas. El mar —bravío o en calma—, el horizonte, las costas, la playa o las rocas, el cielo, las nubes… despiertan de su pincel con los resplandores de la mañana, y la noche no duerme en sus imágenes, revolotea con la naturaleza que cobra protagonismo, desplazando al hombre e hirviendo en sus venas artísticas.
Después de recorrer la muestra, el espectador reconocerá ante cada una, entre formas y tonalidades, las estrofas de poemas que llevan implícitas; los vasos comunicantes que desbordan en su quehacer pintura-poesía. Estas van de la mano, o más bien constituyen páginas gráficas de su poemario De La Habana a Matanzas —próximamente verá la luz publicado por la editora Aldabón de Matanzas—, inspirado en ese paisaje, entre verde y azul, que une a las dos ciudades cubanas bordeando siempre el mar. «Un lateral azul —dice Zaida en uno de sus poemas—, un camino de fuegos fatuos, ansiedad por llegar al puente de Bacunayagua, para ver el Valle de Yumurí».
Sus huellas artísticas, esas que fluyen por los trabajos de la dibujante, pintora, ceramista y grabadora, graduada de la Escuela Nacional de Arte (ENA), el Instituto Superior de Arte (ISA) y de l’Ecole des Beaux Arts en París (1989), se renuevan y aportan una retina obstinadamente fresca en estas creaciones donde la naturaleza yace sola, sin figuras humanas. De sus piezas surge un juego de gran fertilidad, donde las ocurrencias, el canto natural, los trazos virtuosos y la sensual vibración arman una leyenda visual que provoca matices sutiles, manchas, junto con descargas gestuales y trazos gruesos, muy expresivos. Tal y como van apareciendo letras, palabras y estrofas… que se entrelazan en su poesía de manera silvestre, espontánea y sincera. «En una tarde de abril, pintaba una mariposa dorada y azul, el pincel se detuvo, por unos segundos en el aire…, una gota de tinta corrió por mis dedos manchando mis uñas. Y la mariposa voló».
Por el catálogo de recursos utilizados en sus piezas se aprecia la permanencia de la línea —infalible recurso expresivo de la artista—, junto a esa constancia de la aguada y la tinta…, una técnica mixta que seduce desde la primera mirada, donde entresaca lo más profundo de su alma poética. Su pincel se ha enriquecido en el tiempo, y ha comenzado a manipular, complicar y diversificar la perspectiva, adaptándola a su particular visión interior/exterior. Ello ha dado como resultado un espacio desmembrado en el que la ficción del movimiento es paralela a la ficción de profundidad. Allí, donde su línea se agita, se fragmenta, sale a flote esa armonía de tonos, en la que la artista es maestra indiscutible.
En estas escenografías marinas, lo más reciente que llega a nosotros desde sus costas creativas, aparecen relaciones de espacios que se abren con un sentido enigmático y poético, y hallamos un vínculo energético en el que confluyen lo real y lo virtual en una ambivalencia de múltiples posibilidades. Con una originalidad nata, el paisaje aparece internalizado; asumido en su integridad que supone no ya crear sentidos dados o interpretarlos, sino construirlos. La verdadera creatividad de Zaida está en dar imagen plástica a esa vivencia tan honda que la posee y que logra corporizar en sus obras de manera que se haga presente en los demás. «Hay un destino en cada cosa viva, un poder que limita las noches y los días… Aves del cielo, ustedes saben cómo me siento».
No hay duda de que existe un sentimiento lírico muy vivo, y tal vez sea este el motor esencial que le permite replantear desde una perspectiva actual la naturaleza sin predominios deformantes que la desnaturalicen en ese camino de la palabra al gesto, del sentimiento a la superficie del cuadro, donde la poesía se hace pintura o la pintura poesía… Lo más importante es que ahí está ella con su huella firme, apuntando destellos desde la paleta, coloreando las tardes o dibujando la fuerza del mar, desde la entraña artística de alguien que conoce los misterios de la creación.