Poesía barroca y fresca: 'Yabo Torbo'

Publicado el 24 enero 2011 por Santiagobull


Hay, quién lo duda, muchas (acaso infinitas) maneras de concebir una obra de arte. Hay quienes tejen laberintos y quienes levantan torres de Babel; otros prefieren las viñetas de acuarela y verso; existen los que capturan instantes, como también los que trazan la eternidad en la contemplación de un segundo. No sé si lo hemos visto todo, pero lo cierto es que cada cual tiene sus formas para seducir a las musas, ya sea que le haga cosquillas en los pies o le plante un beso entre las piernas. En el maravilloso y complejo mundo de la música, la forma en que se construyen estos universos ha cambiado mucho. Poniendo aparte el tema de su complejidad (que puede variar), se siguen construyendo universos fascinantes; pero también es cierto que, con el paso de los años, una fórmula que se ha ido abandonando (como la Novela Total en la literatura) es la del disco-concepto, esa propuesta mediante la cual una serie de canciones adquiere una especie de unidad distinta y que, siempre, se resuelve mediante la estética, ya sea que echo mano o no de otras cosas. Supongo que habrá quienes piensen que este tipo de discos están un poco oxidados, y que los tiempos de Roger Waters o Il Balleto di Bronzo ya han pasado. Pues bien, hoy por hoy contamos con un contraargumento: nada más ni nada menos que Yabo Torbo.El disco Yabo Torbo, del dúo Santi Guillén y David Gómez (made in Spain) es una propuesta que renueva las viejas fórmulas: mediante la reflexión en torno a las trabas que se clavan en el correr del mundo y de la propia vida que uno trata de in ensayando dentro de sus fronteras, las nueve canciones (más dos, que son el prólogo y el epílogo) adquieren una unidad que, más que lineal, habría que comparar con un tornado: uno entra y va acercándose al ojo de la tempestad tan fácilmente como se aleja de él, y no es sino hasta el epílogo que uno puede desemarazarse y safar de las garras del viento. ¿Metáforas aparte? Pues que, como toda reflexión, el disco no pretende seguir una línea clara, sino que se deja caer en los peros y los por qués, en los detalles, en las minucias, para descubrir que cada instante puede ser una puerta al Paraíso o al Infierno, o ambas cosas. En lo que se refiere a la música, pues hay un cruce muy interesante (y, hay que decirlo, muy bueno): progresiones complejas de estilo barroco, que sofocan con poesía, van de la mano con la frescura de su sencillez instrumental (entiéndase por esto: sólo dos instrumentos, guitarra y batería), lo que hace pensar en lo que sería meter juntos en una licuadora a los White Stripes y a Muse. Y los ritmos, dicho sea de paso, no dudan en probar la variedad: el disco cuenta con temas rockeros como Me dispongo a morir o Las niñas juegan a irse de compras tanto como con otros más lentos y de puñal clavado como Subimos a un tejado a llorar y, además, con un viaje pinkfloydesco como Leviathan, invitación a pegarse un tiro en la sien y dejar el disco corriendo. Volver a fórmulas como esta es, también, una forma de novedad. Es lo que los muchachos de Yabo Torbo dejan bien claro. Su proyecto, además, se completa con la expresión en otros medios: videos y textos que han ido apareciendo en la página del proyecto, yabotorbo.blogspot.com, y que se van ligando a una forma particular y poética de entender la vivencia, el pasado y la proyección de las frágiles pero valientes esperanzas en un futuro cada vez más incierto. Ya lo digo: que se trata de un disco raro, pero de ese tipo de discos raros que aparecen una vez cada mil años, y que son poesía de punta a punta. Recomiendo, finalmente, escucharlo con la compañía de una cerveza bien helada. Por si las moscas.