Poesía completa de Antonio Hernández

Publicado el 14 mayo 2010 por Santosdominguez @LecturaLectores


Antonio Hernández.


Insurgencias.


Poesía 1965-2007
.


Calambur. Madrid, 2010.


Cuatro décadas largas de escritura y vida se reúnen en los dos volúmenes de Insurgencias, la edición de la poesía completa de Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943) que acaba de publicar Calambur.


Precedidos de un prólogo de Francisco J. Peñas-Bermejo, se recogen en estos dos tomos equilibrados en su distribución temporal (1965-1985 y 1986-2007), los quince libros de poesía que Antonio Hernández ha publicado hasta ahora.


Desde el juvenil El mar es una tarde con campanas (1965) hasta la dura madurez de A palo seco (2007), esta edición permite descubrir o releer en su totalidad la obra de una de las voces más sólidas y templadas, más matizadas y versátiles de la poesía española del último medio siglo.


Desde sus primeros libros, en los que ese mundo poético está aún formándose, la obra de Antonio Hernández se mueve equilibradamente entre la contemplación y la reflexión, entre el sentimiento y el pensamiento, y hace del paisaje y de la infancia, del tiempo y el recuerdo, del amor y la muerte algunos de sus ejes fundamentales.


Consistente y sostenida en el intimismo y la temporalidad, en la denuncia y el compromiso, el amor aparece en la poesía de Antonio Hernández como descubrimiento (Yo comienzo a soñarte. Una tarde cualquiera / llegaremos al mar) o como conclusión (Al fin todos los pétalos espinas), se proyecta en el paisaje visto o recordado de Andalucía en Oveja negra o en Donde da la luz, en el flamenco y la hondura de cueva y sombra milenaria de Compás errante.


La expresión poética de Antonio Hernández, que desde el presente se inclina al recuerdo del pasado o a la esperanza del futuro, integra tonalidades y pulsos diversos, une tendencias estéticas distintas en estos quince libros que son eco de lo popular y lo clásico, de la copla y el soneto, de la estrofa y el versolibrismo para dar cauce a un mundo literario que se mueve siempre entre el dolor elegiaco y el sueño de la celebración o el homenaje a los maestros.


Uno de esos maestros reconocidos, Antonio Machado, fijó en el Se canta lo que se pierde un programa poético que asume Antonio Hernández en su poesía de insistente vocación elegiaca que alcanza uno de sus momentos más altos en la elegía huérfana del Diezmo de madrugada (¿Por qué el árbol se fue de su madera?) o en el cruce de vida, amor y muerte de Con tres heridas.


La de Antonio Hernández es una poesía contemplativa atravesada por el sentimiento creciente de pérdida y desposesión. Una poesía en la que el pasado y el paisaje del sur vuelven a través del poema, que se convierte en memorial de nubes que huyen y vienen de más lejos que la infancia, por las aguas del Guadalete y el Guadalquivir, del pasado remoto del sur. Porque al sur siempre está la mañana en el que se unen los siglos y las raíces en el arco de la bahía de Cádiz, en Arcos y Córdoba, en Tarifa y Sevilla.


La mirada al paisaje y al pasado en los largos poemas demorados de Lente de agua, Sagrada forma o Habitación en Arcos es también una mirada hacia dentro, y de esa manera la contemplación del espacio se transforma en evocación del pasado, en diálogo constante con el presente, en cruce de experiencia y distancia, de biografía personal e historia colectiva, de lo íntimo y lo prójimo, en suma de melancolía y crítica, en inmersión en lo oscuro.


Esa aventura poética, dilatada e intensa, que mezcla pasión y perpeljidad, asombro y melancolía, culmina en A palo seco, su última entrega poética hasta ahora. Aquí el poeta se mira en el espejo de las sombras profundas del tiempo (Pues vive entre los muertos quien de recuerdos vive) en un duro conjunto de poemas que es el resultado de una experiencia en los límites.

Entre el primer poema del primer libro (Era la montaña lo mismo que una madre) y el Testamento que cierra su último libro (Y que todo sea así / no para ganarme el Cielo / sino por que vuele en paz / mi ceniza en el olvido), estas Insurgencias contienen íntegra la intensidad expresiva y la ambición indagatoria de la poesía de Antonio Hernández, que quiere sentirse parte del misterio, no ser en él pregunta sino emoción y signo.

Santos Domínguez