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EL NIÑO LOCO
Al niño loco de la casa de al lado
lo tenían atado. Por la noche le oíamos
aullar. Y yo le susurraba a mi almohada:
¡Gracias, Dios mío! Al menos yo estoy libre.
El niño loco ya no grita.
Sin embargo el grito me despierta
en las noches negras sin estrellas.
Así que no es el niño. Soy yo.
Inger Hagerup.
Varios Autores. Afinidades afectivas. Libros del Innombrable, 2002.
Traducción de Francisco J. Uriz.