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LOS SUPREMOS
Nacimos para ser grises. Fuimos a la escuela,
Nos sentamos en filas, comimos pan blanco,
Miramos al piso, mucho. En la parte de atrás
De nuestra cabecita.
Un largo chillido. Hicimos lo que pudimos,
Y todo lo que podíamos hacer era
Ponernos en nuestra contra. ¡Cómo sufrieron los gordos!
Ni siquiera su alegría pudo salvarlos.
Y, luego, estaban los obsesivos,
Los aterrorizados lambiscones, los desesperadamente
Atléticos o populares. Esto, desde luego,
Fue el entrenamiento. En casa
Nuestros padres movían negativamente la cabeza y esperaban.
De la revolución industrial aprendimos
A seccionar en cuartos el reloj.
Bebimos coca y perdimos el tiempo. En la parte de atrás
De nuestra mente
Un largo chillido. En las regaderas, dimos toallazos en las nalgas,
En los bailes, no pelamos a las tímidas;
Como radar, señalamos los defectos.
Lentamente comprendimos: este iba a ser el mundo.
Nacimos siendo vendedores de seguros y secretarias,
Amas de casa y cocineros baratos,
Almacenistas y mecánicos;
Y no sería una mala vida, nos prometieron,
En un tono de voz que obligaría, a algunos de nosotros,
A alcanzar, en defensa propia, pelucas,
Lápiz labial,
Lentejuelas.
Cornelius Eady.
Varios Autores. Líneas conectadas, Nueva poesía de los Estados Unidos. April Lindner Editor, 2006. Traducción de Angel Corpus Guzmán.