Van hacia aquellos lugares donde esperan pacientes que quizás nunca hayan visto un fármaco, que aún practican improvisadas curas con las variantes de la milenaria sabiduría popular, y que probablemente mueren por enfermedades remediables.
Los 206 médicos cubanos que llegaron a Brasilia este sábado responden a la inminente necesidad del gobierno de Dilma Russef, de garantizar asistencia a comunidades desamparadas por la mercantilista negativa de los galenos suramericanos a ofrecer salud en sitios casi inhóspitos.
Tuvo la mandataria que acudir a los servicios de la medicina cubana, debido a la deshumanización del personal médico brasileño, que aún sin garantizar la salud en lejanos parajes del gigante del Sur, se niegan a recibir a los colegas cubanos con el respeto que merecen.
No obstante, nuestros especialistas son acogidos con júbilo por otros sectores sociales, verdaderos brasileños de a pie que valoran su altruismo y capacidad para responder al llamado de los pobres, esos que jamás se ven reflejados en las telenovelas de O Globo.
Los médicos de Cuba saben de sobra que no irán a regodearse en los supermercados de tales sagas, ni mucho menos a frecuentar las mansiones que la cadena mediática impone como estándar de vida, y aún así llegan a Brasil, dispuestos a colocar su talento a disposición de aquellos que quedaron fuera de toda categoría oligarca.
Pese al repudio de sus homólogos sureños, nuestros galenos sustituirán, sin lugar a dudas, a esos dioses que en las fabelas, el Amazonas y otros parajes invocan sus habitantes, en busca de alivio para sus dolencias.
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