Política y vanidad

Publicado el 21 diciembre 2010 por Javiermadrazo

Felipe González se asoma esta semana a la portada de la revista “Vanity Fair” para dejar claro, una vez más,  que la política también se hace en las cloacas.  No alcanzo a entender las razones que están llevando al ex presidente del Gobierno a resucitar de motu propio el protagonismo del GAL en la lucha contra el terrorismo: Primero lo hizo en el diario “El Pais”, asegurando en una extensa entrevista  que tuvo la oportunidad de “volar” a la cúpula de ETA en Bidart, y ahora repite argumentos en “Vanity Fair”, afirmando que  ”probablemente” hubiera tomado la decisión de  ”volar” el vehículo que emplearon en 1987 los terroristas que atentaron contra el supermercado Hipercor, en Barcelona.

Las confesiones de Felipe González, en un contexto en el que parece cercano el fin de la violencia, resultan tan inapropiadas como innecesarias y por ello me sorprende tanto su insistencia en reabrir el debate sobre el terrorismo de estado; las palabras del ex presidente del Gobierno alimentan un discurso peligroso, que lastra la propia democracia, en la medida en la que, de algún modo,  legitiman la guerra sucia, sembrando la duda sobre la bondad del fin que supuestamente se persigue con estas acciones.  De hecho, Felipe González apela a la responsabilidad del gobernante que “tiene -dice- la obligación prioritaria de defender la vida de sus conciudadanos“.  No sé si es un gran cínico o un gran hipócrita, o, peor, ambas cosas.  

Para muchos la “X” con mayúsculas del GAL  es el mejor exponente de la deriva del socialismo español hacia la derecha, que Zapatero parece obsesionado en superar.  El síndrome de La Moncloa existe, es contagioso, milita en el Partido Popular e infecta a todos los que habitan ese casa.  Felipe González, desde su exilio dorado con contratos y asesorías multimillonarias, dice muchas y solemenes tonterías.  Por ejemplo, hace público su arrepentimiento por la convocatoria del referéndum para la entrada en la OTAN. Ahora se ha dado cuenta de que “no había que preguntar a los ciudadanos, sino simplemente asumir la responsabilidad como gobernante“.  Viva la democracia participativa.  Claro que Zapatero,  además de decir muchas y solemnes tonterías, las hace.