Como si Macri -apenas unos años antes que Milei- no hubiera hecho exactamente lo mismo que está haciendo éste gobierno con los jubilados, los discapacitados, las universidades, el sistema científico, los subsidios a las tarifas, las políticas culturales y de derechos humanos, el despido de empleados públicos o el desguace de organismos del Estado. Y como si no hubiera hecho su "autocrítica" (y la dejó escrita en un libro) diciendo que su error fue no haber ido más a fondo y más rápido en las políticas de ajuste, rapiña y crueldad; o como si hoy no estuvieran -otra vez- Caputo desfalcando la economía, Bullrich desatando la misma paranoia represiva que le costó la vida a Santiago Maldonado, o Sturzengger desguazando el Estado para dejarnos inermes.
Hay toda una intelectualidad de la derrota que siempre plantea que a la derecha hay que comprenderla, como si fuera sutil y complicada, más que combatirla porque es dañina, destructiva y mortal; y cada vez lo es más. Un enfoque analítico presuntamente complejo (o complejizador de cosas simples) que tiene siempre el foco puesto en los errores propios (que los hubo, los hay y seguramente los habrá) y en la autocrítica flagelante y paralizante de la acción política, más que en llamar a las cosas por su nombre, o correrse a un costado y dejar de "interpretar" cuando de lo que se trata -y en modo urgente- es de actuar.
Gente que ve en ellos, la derecha, una maquinaria perfecta de precisión suiza en la construcción del discurso, la comunicación o las alquimias electorales, y nunca ven de ese lado sectarismos, ni "termos", ni una dirigencia "enfocada en batallas culturales que no le interesan a la gente porque nada tienen que ver con su vida cotidiana", o que solo le habla al núcleo de los convencidos, y esas cosas que solo sirven para autodenigrarnos a nosotros mismos, y colocarnos a la defensiva.
Cada uno de los fracasos de la derecha cada vez que gobierna (y esta vez no será la excepción: van a fracasar y volverán a aparecer las excusas de rigor) si no son omitidos como si no hubieran sucedido, son explicados por "las resistencias del populismo", porque "no fueron a fondo", "repitieron vicios de la política tradicional" o "no fueron realmente liberales"; es decir la culpa es siempre nuestra, de la sociedad o de la misma realidad, y nunca de ellos, sus ideas, sus políticas, o de sus votantes.
El huevo de la serpiente lo sembró la dictadura, siempre estuvo allí, y cíclicamente reaparece. Milei estaba en Macri como Macri estaba en Menem y Cavallo, como ambos fueron performados por la dictadura. Porque los que están detrás y se benefician con el proyecto de exclusion son siempre los mismos, con el mismo plan, y sus privilegios están intactos. Y al que se atrevió a tocarlos, le pasó lo que le pasa a Cristina.
Y sin embargo y contra toda la evidencia histórica acumulada, vienen una y otra vez y nos dicen que no es la misma serpiente, que esta vez es distinta, que no se los puede homologar con la dictadura ni son -como claramente son- sus herederos civiles y su continuidad histórica. Y ellos -que cada vez tienen menos complejos en asumirse como tales, y si no pregúntenle a Milei, que eligió como vice a Villarruel- no tienen tapujos en demostrarles a diario a todos los "complejizadores" que -básicamente- están diciendo pelotudeces.