La vida sexual de los dirigentes españoles explica muchas de sus decisiones, como demuestra el profesor Fernando Bruquetas de Castro, que ha rastreado en un libo las fiebres de los políticos, algunos actuales, aunque se ha centrado en figuras más poderosas, como Francisco Franco, al que llamaban en los cuarteles “Miss Canarias” y “Paca la Culona”.
Por mucho que indagó el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Las Palmas no queda claro el porqué de ambos apelativos, aunque deja entrever sospechas de asexualidad o, con su vocecilla, gestos amanerados y voluminoso trasero, de estoica homosexualidad.
“El sexo y los políticos”, editado por Esfera de los Libros, es un tratado sobre cómo afectaron a España las bríos de muchos dirigentes, extrañamente poco tratados por la historiografía o la sicología.
Bruquetas le presta gran atención al siglo XIX y principios del XX, en especial a figuras como la reina Isabel II, una libertina cuyas partes íntimas regían su carácter, órdenes y nombramientos.
Confesándose monárquico, el profesor Bruquetas no investiga la vida de los Borbones actuales, por lo que poco extraeremos sobre los descendientes de aquella castiza reina tan pasional.
Deja retazos interesantes de su hijo Alfonso XII y su nieto Alfonso XIII, hombres de sexualidad bastante activa, aunque nada exagerada frente a los políticos de todos los partidos que fueroron su contemporáneos, unos verdaderos “putañeros”, como descubre Bruquetas.
Las santas esposas de los hombres del XIX y gran parte del XX eran castas, recatadas y no se desnudaban ni para lavarse algunas zonas corporales, lo que llevaba a sus maridos a conocer intimidades de otros cuerpos con los que intercambiaban sífilis que luego disimulaban llamándole tisis.
La sífilis afecta al cerebro, y se diría que en este país siempre abundaron los políticos algo sifilíticos. Incluso ahora, cuando la enfermedad es curable.
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SALAS