Por primera vez en la historia de los debates en televisión todos los candidatos a la presidencia del Gobierno español eran guapos, como los protagonistas de la canción de “Siete novias para siete hermanos”, película de Stanley Donen rodada hace 64 años.
“Cuatro novios para 47 millones de españoles (y españolas, que dice la tontez de moda)”, podría titularse la versión española de ese clásico de Hollywood que premiaba la guapura; ahora, por la política española.
“Hemos acabado con algo así como un catálogo de El Corte Inglés”, decía un conocido consultor de comunicación política, Luis Arroyo, aunque más que un casting para los grandes almacenes parecía para presentadores de concursos Boom de televisión.
Uno pertenece a un canal radical rompedor de las formas, Iglesias Turrión, y los otros tres a cadenas convencionales, con dos encarados sonrientes, Casado y Rivera, y otro guapo que resultó menos atractivo por sus gestos agitados y sonrisas crispados.
Los cuatro participaron en dos debates entre varones –ni una mujer en este tiempo “feminista”— y cuidaron sus envoltorios para aparecer juveniles y conquistar votos, con trajes o con descamisamiento sudoroso en el caso del primer Iglesias, que en el segundo fue un jersey al que le caía la caspa conforme pasaba el tiempo.
¿Son estos cuatro guapos los personajes más sabios, prudentes y a la vez capaces de romper con vicios y males heredados para mejorar España y la vida de sus ciudadanos?
El mayor de ellos, Sánchez, tiene 47 años, y el menor, Casado, 38. Bastante jóvenes. ¿Y no hay señores o señoras feos o de edad más provecta capaces de regir mejor el país que unos guapos animadores de la tele?
En ambos debates se veía una precipitada fogosidad juvenil, con excepción de Iglesias en el segundo, que consiguió esconder su radicalismo comunista haciéndose pasar por un tibio socialdemócrata.
Todos mintieron algo o mucho, pero lo de Iglesias Turrión fue como si Maduro se hiciera pasar por el Dalai Lama.
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SALAS