JR Mora
“Todo para el pueblo pero sin el pueblo“. Esta frase me recuerda a clase de historia de la EGB, a Don Paco, el profesor que me la hizo escuchar por primera vez. Me recuerda a aquellos años en los que aprendí a apreciar con la mente y el corazón lo valiosa que es la historia y más aún, lo importante que es no olvidarla (y mantenerla viva) pase lo que pase.
Esta frase me recuerda a Voltaire y al barón de Montesquieu. A Hobbes y su ‘Leviathan‘. A Rosseau y ‘El contrato social‘. Me recuerda al absolutismo monárquico del siglo XVIII y a la Ilustración Francesa. Me recuerda a monarquías totalitarias que daban una educación básica a sus ciudadanos, pero no excesiva, con el objetivo de aumentar las posibilidades económicas de los más pobres pero que tampoco se codearan con los más ricos.
Me recuerda a un discurso paternalista hacia la ciudadanía. “No os preocupéis, nosotros nos encargamos de que todo esté bien, nunca os faltará de nada mientras estemos aquí. Os protegemos y os vigilamos. Tranquilos, en caso contrario seréis los primeros en caer”. Me recuerda a cierta benevolencia dictatorial.
Pero también me recuerda a crisis. A hartazgo de la ciudadanía. A decir ¡basta ya! . Así que nuestros queridos políticos ‘neolilustrados‘ deberían tener en cuenta que todo régimen llega a su fin. Que no se puede querer al pueblo cada cuatro años y el resto del tiempo no contar con él. Que no se hacen reformas ni se toman decisiones pensando en los mercados sino en las personas. Esta frase me recuerda que ya ha llegado la hora del cambio.