Que encausen a 33 directivos de Bankia, importantes miembros de partidos y sindicatos, es sólo el resultado de una biopsia del cáncer nacional, la metástasis de los 445.228 políticos profesionales en cargos públicos, que carcomen el tejido social español.
Medio millón casi de personas viviendo de puestos parasitarios creados por y para ellos, o para los que están incapacitados, como demuestra la web periodística sueldospublicos.com, y que han ido apropiándose de los organismos públicos, incluso privadas sobre las que habían ganado influencia facilitándoles contratos de servicios.
También habían instalado ya a allegados en oficinas y actividades municipales, provinciales o autonómicas, y en tantos lugares que, caso de necesitar a alguien, sería solamente a funcionarios de carrera y especializados.
Mientras la gente común estudia, trabaja, o incluso emigra, el político no necesita oficio ni título alguno; sólo debe reptar por el partido para hacerse elegir concejal, diputado autonómico o nacional, o sindicalista en sus distintas categorías.
En la derecha estos reptantes abundan algo menos que en la izquierda, pero sólo porque suelen ser gente con formación superior al proceder de familias burguesas que pudieron pagarle los estudios.
La derecha tiene entre sus militantes tres veces más titulados que la izquierda, aunque los titulados de izquierda suelen venir también de familias burguesas.
Donde presumen de mayor incorruptibilidad, como en Izquierda Unida, se enchufan aceleradamente al llegar al poder. Casos recientes y escandalosos en Andalucía, bajo la coalición PSOE-IU, son entre otros los de la hija del eurodiputado Willy Meyer o el hermano del portavoz en el Parlamento, José Luis Centella.
Son la metástasis del cáncer, la losa que nos aplasta. Curarse o levantarla sería milagroso, seguramente un imposible: Mariano Rajoy dañaría también a bastantes de los enchufados por toda España que lo pusieron al frente del PP.
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SALAS