Pompeya por Desirée Rodríguez
Pompeya, vendida como una superproducción plagada de efectos especiales que revive la erupción del famoso Vesubio, no es más que eso: efectos especiales. Se trata de una mezcla insustancial de dos grandes cintas épicas: Titanic (James Cameron, 1997) y Gladiator (Ridley Scott, 2001), pero sin llegar a alcanzar el talento o la profundidad de ninguna de las dos en cuestión de personajes.
Paul W.S. Anderson, director y/o guionista de varias de las entregas de la saga de Resident Evil, abandona la ciencia ficción y viaja desde el futuro apocalíptico al 79 D.C., año en que el Vesubio erupcionó sepultando bajo su capa toda una ciudad y miles de personas. Pompeya cuenta la historia de amor de Milo (Kit Harington), un esclavo atrapado en un barco, y Cassia (Emily Browning), la guapa hija de un mercader rico que, sin querer, ha sido desposada con un senador romano corrupto al que odia. Milo debe luchar contra todo para conseguir a su amada, incluido el violento Vesubio ahora en activo.
La historia de Pompeya necesita de emoción, esa que muchos sienten a ver los cadáveres en exposiciones, museos o en la propia ciudad y es algo que sólo se consigue en los planos de inauguración y cierre y en los del propio volcán. La narración es ágil pero demasiado predecible.
Sin embargo, la película cumple con lo que se había propuesto pues los efectos especiales son bastante buenos. La erupción del volcán es, sin duda, lo mejor del film, a pesar de que prevalezca la espectacularidad a la rigurosidad histórica: durante la erupción el Vesubio lanza bolas de fuego con tal precisión que parecen misiles teledirigidos para acabar con todo el villano inmoral que intenta escapar de la ciudad. Existen estudios que afirman la ausencia de este fenómeno en el caso de Pompeya. Pero no importa, también aparecen terremotos, maremotos, grietas gigantescas que se abren en el suelo y hasta un tsunami. Se consigue una historia visualmente espectacular y entretenida pero previsible y sin emoción.
Es una película recomendable para los entusiastas del tema, como es mi caso, pues merece la pena admirar la majestuosidad de paisajes, efectos especiales y vestimenta, pero confieso muy a mi pesar, que esperaba mucho más pues la base histórica de la que se alimenta es inmejorable.