Para haceros una idea, Dance Academy es una serie australiana sobre los dramas varios de los estudiantes de la National Academy of Dance, una escuela ficticia de ballet en Sydney. Vamos, que tiene todo aquello que es siempre lo más maravilloso en la vida: dramas adolescentes con momentos mamarrachos, baile y una maravillosa habilidad para acabar cualquier escena en el agua por ninguna razón en concreto. Porque eso es lo que hace la gente en Australia.
Aun así, en cuanto la empecé, me sorprendió mucho, porque ni de lejos esperaba que fuera a engancharme tanto. Y es que con tan sólo un par de episodios, había comenzado ya a hacer mi ranking de personajes, me entretenía yo sola odiando a algunos y, sobre todo, conseguía ser tremendamente feliz durante los veintitantos minutos de episodio. Casi sin darme cuenta se había convertido en mi nuevo happy place favorito. Algo que, por supuesto, luego utilizaría para acabar de golpe y porrazo con todas mis ganas de vivir, en el mejor de los sentidos. Pero para eso aún quedaba tiempo.
Y llega un punto en que le acabáis cogiendo cariño a todos los personajes y al grupito que forman entre ellos. Incluso aquellos que en cualquier otra circunstancia serían villanos absolutos, sin ningún tipo de matiz, aquí tienen sus grises y hacen que quieras abrazarlos de vez en cuando. Por ejemplo, la serie es capaz de conseguir que entendamos a Saskia, que literalmente pone en peligro la salud y el futuro de sus alumnos por envidia, o por sentirse amenazada. Y, por supuesto, nos da mucha pena Grace incluso aunque vaya destruyendo a todos sus compañeros, porque sabemos de dónde viene, y sólo queremos que la acepten y la quieran a ella y a todas sus desequilibradas cualidades.
Pero no os dejéis engañar por el tono entrañable de Dance Academy y por todas esas maravillosas frases para enmarcar que os aseguro que tiene a puñados. Porque creedme cuando os digo que no existen pañuelos suficientes en el mundo para sobrevivir al tramo final de su segunda temporada. Un tramo final en el que ocurre algo muy trágico y la serie sabe lidiar perfectamente con ello, arrastrando sus consecuencias no sólo a los episodios siguientes, sino a toda la tercera temporada también. Y consiguiendo, además, que sea imposible no pasarse cierto episodio llorando de principio a fin, tanto que yo creo que no había llorado tanto con una serie adolescente desde lo de Tara en Buffy.
En definitiva, Dance Academy es una serie que deberíais ver todos. Porque es ligerita y os hará tremendamente felices. Y al mismo tiempo os pisoteará el corazón sin ningún tipo de piedad. Y por eso es tan absolutamente maravillosa.