Ponga un Photocall en su Vida

Por Jmbigas @jmbigas
Uno de los efectos, nada secundarios, de la extensión meteórica y masiva de la fotografía digital y, muy especialmente, de la posibilidad de realizar tomas con muy buena calidad en los teléfonos móviles (los llamados smartphones, o teléfonos inteligentes), es que el número de fotografías que se realizan en un solo día en todo el mundo ha aumentado en varios órdenes de magnitud, respecto a la etapa anterior de las cámaras de carrete.

¿Queda o no queda claro quién pagaba los canapiés?.
(Fuente: keepthebeat)

Hace años, al preparar el equipaje para partir de viaje, uno de los elementos a tener en cuenta era la provisión de carretes fotográficos. Según el destino, podíamos preferir comprarlos en destino, si los precios resultaban más económicos allí que en España. Actualmente, los elementos que nunca deberán faltar en el equipaje son las baterías y tarjetas de memoria de repuesto y, absolutamente imprescindible, los cargadores. Hace un par de décadas, tras dos semanas de viaje al otro lado del planeta, volvías a casa con, a lo mejor, diez carretes gastados y unas trescientas o cuatrocientas fotografías tiradas. Hoy puedes hacer más de mil con sólo unos pocos días en la provincia vecina. Hemos aprendido muy rápido que el coste marginal de realizar una fotografía es (prácticamente) cero, y utilizamos ampliamente esta ventaja. Ante cualquier motivo que nos atraiga, podemos hacer una docena de fotografías, contando con que en alguna habremos obtenido una calidad, un encuadre, un encaje de los elementos móviles, que marcará la diferencia con las demás y que definirá la excelencia. En los eventos de cualquier tipo, que atraigan a la prensa y especialmente a la prensa gráfica, al puñado de fotógrafos profesionales hay que añadir que cada asistente es un fotógrafo aficionado en potencia. Todos los días vemos en las redes sociales (otro invento que ni siquiera ha llegado a la adolescencia) las fotografías improvisadas por alguien que se cruzó con un famoso y se hizo una auto-foto por el peregrino método de estirar el brazo y enfocarse a uno mismo. Supongo que manejar un dispositivo de quinientos o seiscientos euros de coste dificulta confiar en un tercero para que nos haga una fotografía sin que salga  huyendo con el botín. Entre muchos otros motivos (especialmente los publicitarios y promocionales) para establecer una cierta diferenciación entre las fotografías de aficionados y las de profesionales en cualquier evento, se ha extendido y popularizado el uso de los llamados photocall. Un photocall es básicamente un escenario, un fondo para las fotografías oficiales que se tomen en el evento en cuestión. Normalmente, el photocall permite identificar al evento y, en su caso, publicitar las marcas comerciales que han patrocinado o promocionado el evento en cuestión; los paganini, en una palabra.

Un photocall de boda, en acción.
(Fuente: baballa)

De esta forma, gracias al photocall, es posible identificar entre las miles de fotografías que circulan por la red de un político, un actor o actriz, un famosete,... dónde y en qué momento se tomó la fotografía. Quedan al margen de esta sistematización las fotografías de dos caras alucinadas y la silueta de un brazo extendido que pulsa el botón (probablemente virtual) de disparo. Las fotos de alguien anónimo junto al jugador de fútbol de su equipo preferido, o junto a la actriz glamourosa o a la presentadora de televisión o al famosete de turno, cuyo fin último es  enviarla por el WhatsApp (o similar) a los amigotes (del de la cara anónima) para darles envidia, o para colgarla en alguna de las redes sociales más populares, sigue siendo otra historia. El photocall es el escenario preparado para que los famosos posen para ser fotografiados por los profesionales (es de mal tono enfocar hacia el photocall con el teléfono móvil o con la camarita compacta). Y existe toda una escuela de modales donde los famosetes aprenden a posar, exponiendo sus mejores perfiles, o dando protagonismo a lo que estiman como partes más atractivas de sus cuerpos. Es muy conocido, por ejemplo, el estilo de posado de la Pataky, siempre de lado y enfatizando las curvas siderales. Sin embargo, hasta ahora, el photocall no forma parte prácticamente nunca de la vida de los ciudadanos anónimos. Y esto habría que remediarlo. Hay que disponer de un photocall para cualquier evento personal o profesional en el que estemos involucrados. Y hay que respetar su disciplina para las fotografías oficiales. Los que, por su actividad profesional, tienen que asistir a ferias y congresos, tienen que hacerse alguna fotografía en el photocall del evento (que seguramente existirá, si tiene el tema un poquito de pisto). Que ya está bien de difundir por ahí fotografías sentaditos en la silla mientras escuchamos, sin ganas, a alguien a quien  hoy le ha tocado, sin ganas, hablarnos de algún tema que desconoce; o esas fotos en que el fondo es un stand cutre donde hay cables por todas partes, el periódico del día sobre la mesa, abierto por la sección de deportes, y una lata de refresco a medio consumir. Que queda cutre el tema, y luego nunca se sabe si eso fue en el Congreso de Praga, o en la Feria de Lisboa. Hay que tomar al asalto los photocall, que para eso están. Así siempre tendremos de fondo la identificación del evento (y, de paso, los logos de los paganos de turno). Pero a nivel personal o familiar, ya no se puede organizar una boda, bautizo o comunión sin su correspondiente photocall identificativo. Que luego en las fotos en que no aparecen los novios (o el recién nacido, o el niño o niña de la Primera Comunión) no se sabe muy bien si esa fue la celebración de una gamba por plato en Segovia, o la de langosta y media en Cádiz. Y el photocall, obligatoriamente, debe contener la identificación del evento (boda de fulano y zutan@, en tal lugar, a tantos de tantos del tanto) y, muy probablemente, el nombre del restaurante del convite (para repetir si nos ha gustado; para borrarlo de nuestra lista si no; o para poder volver a averiguar cuánto se gastaron en el convite, que creo que me pasé con el regalo). A los profesionales de la hostelería BBC (Bodas, Bautizos, Comuniones) les hago un llamamiento muy específico, para que añadan un photocall personalizado a los servicios que habitualmente ofrecen a los novios o a las familias. Con un photocall en las bodas, conseguiríamos siempre tener alguna foto oficial de nuestra asistencia, en perfecto estado de revista. Resultará imposible que no circulen esas otras con la corbata por turbante, los ojos vidriosos, la camisa arremangada, y la mirada bovina de risa floja, pero, por lo menos, quedará una prueba fehaciente de que nos esforzamos en asistir en las mejores condiciones indumentarias que nos pudimos permitir. Que luego acabáramos bebiendo coñac a morro y bailando Los Pajaritos, ya es otra conversación. Pero lo mismo deberíamos aplicar a cualquier celebración menor que organicemos en casa: comida familiar, cena con amigos, fiesta de cumpleaños (con payasos de pago, con triángulos de La Piara y/o con piscina de bolas), o timba de naipes. Ya está bien de que las fotografías que queden de esos eventos siempre tengan de fondo el tapetito de ganchillo sobre la tele (que, con los receptores planos, cuelga por delante y por detrás), la muñequita con traje de faralaes que nos trajimos de la Feria de Jerez, el cuadro con ciervos del tresillo, ese reloj que parece imposible que esté nunca recto, el cenicero robado de un restaurante o la mancha de humedad que no hay manera de hacer desaparecer. Un photocall nos iguala a todos y, sin dejar de respetar el derecho inalienable a nuestras propias cutrerías en casa de cada cual, da un escenario neutro e imparcial para las fotografías oficiales del evento.

El inconfundible estilo de la actriz
Elsa Pataky, al posar en los
photocalls.
(Fuente: vanitatis)

Con un poco de suerte, igual podemos conseguir alguna financiación para el photocall: los payasos del cumpleaños igual están dispuestos a ceder algunos euros si aparece su nombre y página web en el photocall; o el distribuidor de ese whisky que se consumió por cajas en la timba puede hacernos precio si aparece su marca en el photocall; quizá la pastelería donde compramos los turrones de la comida de Navidad o el roscón de Reyes pueda ser sensible a una cierta promoción a través de un photocall en nuestras casas; o puede que a la pescadería del barrio no le moleste un poquito de publicidad. Supongo que algunos os preguntaréis, a estas alturas de mi disertación, por qué carajo podría ser necesario que existan fotos oficiales de una merienda entre amigos. La respuesta es muy simple: es conveniente que haya fotos oficiales porque con seguridad habrá de las otras (hoy en día nadie sale a la calle sin algún dispositivo que le permita tomar fotografías), de esas en que ya nos rezuma un poquito la crema de los suizos por la comisura de los labios, o en la que ya andamos enfrascados en la pelea entre cuñados de todas las navidades, o en la que ya se nota la mirada perdida en una bañera de alcohol, o en la que tenemos cara de nada viendo cómo nuestro maravilloso full de ases-reyes ha sido derrotado por un cutre póker de doses.

Ojo, que la frontera entre lo divertido y lo kitsch o
directamente cutre es una fina línea roja.
(Fuente: facilisimo)

En resumen, reivindiquemos el derecho que todos tenemos a posar para las fotos frente a un photocall decente. Y, en casa, si somos de mucho recibir, podemos escoger un rincón del salón (o del recibidor) donde instalar un photocall estable (léase permanente) al que podamos pegar en cada caso la personalización requerida por un evento concreto. Si ponemos en el photocall la dirección completa, incluyendo portal, escalera y piso, quizá hasta consigamos evitar la tradicional llamada desde la calle, preguntando ¿cuál era tu piso?. Y, por supuesto, debemos ser escrupulosos en la disciplina de respetar el automatismo de la fotografía oficial en el photocall, cada vez que tengamos visita. Los niños que nazcan hoy, cuando tengan sesenta años habrán acumulado tras de sí muchas decenas de miles de fotografías (de las que muchas rondarán sin mucho control por la Red) en las que aparecerán en las diversas circunstancias de sus vidas, muchas de ellas poco edificantes. Bien está que al menos algunas de ellas sean oficiales y presentables, con las que se pueda construir un book lucido que permita vender las excelencias del pavo o pava. O permaneceremos sumidos en la eterna mediocridad. JMBA