El American way of life estaba en todo su apogeo. Corrían los años 50 y los gringos, triunfantes en la Segunda Guerra Mundial, ahora iban a enseñarle al mundo lo que era vivir y pensar bien. El progreso invadía los hogares en forma de electrodomésticos y automóviles. Si no eras comunista, o si no tenías la mala suerte de que alguien creyera que lo eras, y si el inglés era tu lengua materna, entonces tenías buenas posibilidades de estar manejando un Cadillac y sonreír al camino. Naturalmente, si eras negro no estabas invitado al festín. Los negros en Estados Unidos cada vez venían fastidiando más con eso de tener los mismos privilegios que los blancos, pues al igual que ellos habían combatido y muerto en la guerra para la gloria del Tío Sam. Así como los comunistas eran los archienemigos del exterior, los negros encabezaban la agenda interna. Para muchos en la sociedad blanca bienpensante, los negros ya estaban cobrando venganza con haber inventado esos ritmos paganos llamados jazz, blues y rock and roll. Estos músicos, cual flautistas de Hamelin, hechizaban a sus niños blondos y los arrastraban a una vida primitiva en la que prevalecen los placeres del cuerpo y el corazón.
Scream, baby, scream!
Jalacy J. Hawkins nació en 1929, en Cleveland. Su biografía contiene varios sucesos extraordinarios. Su madre ya tenía siete hijos de diferentes padres antes de que naciera, así que decidió entregarlo a un orfanato. Logró que una familia de indios Blackfott, lo recogiera y se encargara de criarlo. De niño aprendió artes de curandero y hasta cómo hacer sopa de una piedra. Pronto muestra interés por la música y aprende a tocar piano. Logra estudiar opera en el Conservatorio de Ohio. Admira a Enrico Caruso y sueña con ser un cantante de operas. Pero no había perspectivas para un negro en el ambiente lírico, así que se interesa por el jazz y el blues que por entonces estaban en apogeo. Con tan sólo 14 años se enlista en el ejército y lo envían a divertir a las tropas tocando el saxo en Alemania, Japón y Corea. Según cuenta, no sólo sirvió como entertainer, también lo enviaron a pelear a una isla del Pacífico en la que cayó prisionero apenas se quitó el paracaídas. Allí fue torturado y permaneció cautivo durante 18 meses hasta que fue rescatado. Si bien no pudo disparar ni un tiro en la guerra, afirmó que si logró meter una granada en la boca de su torturador. Desde entonces no sentirá mucha simpatía por los asiáticos.
De regreso a Estados Unidos, una mujer gordísima y borracha le grita en un bar “Scream, baby, scream!” Desde entonces decide asumir como nombre artístico, Screamin' Jay Hawkins, pero todavía no es conocido como un cantante gritón, ni siquiera es conocido en absoluto. Pasa por todas las penurias del novato, acepta trabajos miserables y cambia de agrupación varias veces. Es expulsado de la banda de Fats Domino por presentarse en el escenario vestido con piel de leopardo y un turbante. Ya era consciente que una apariencia extravagante sería parte de su estilo, pero todavía no tenía ningún éxito en su haber.
El blues del exorcismo
Escuchando a Screamin' Jay Hawkins descubres que el rock no sólo le debe mucho de su base musical al blues, como ya sabíamos, sino también ese interés por, en palabras de Hawkins, “the scary part of life”, la muerte y los espectros, los infiernos reales o mitológicos, los abismos de la soledad y el exceso. Esta parafernalia que el aún lejano heavy metal explotaría hasta el hartazgo, estuvieron en boca de Screamin' Jay Hawkins en los 50, quien no necesitó guitarras eléctricas, solo su poderosa voz y poco más para lograr atmósferas tenebrosas o disparatadas.
La música que lo acompañaba era blues y jazz convencional..El desmadre estaba en el canto .Screamin' Jay Hawkins jugaba a salirse de cuadro, romper las melodías con alaridos, retomar la armonía para luego crucificarse gruñendo. Muchas de sus canciones parecen exorcismos, combates entre la sensatez y chifladura.La compilación “Cow fingers and Mosquito Pie” de 1991 recoge lo mejor de su material temprano. Allí tenemos temas como “Darling, please forgive me”, donde en primer plano tenemos a un sentimental Jay que pide perdón a una chica, mientras de fondo, como si proviniera de otra habitación, oímos los lamentos y chillidos de un Jay que parece estar rogando de rodillas clemencia de Dios. Otro tema inolvidable es “Alligator wine” en la que Jay da la receta de una pócima para atraer el amor a base de piel de rana y ojos de pescado. La canción parece haber sido grabada desde una jaula, en compañía de animales salvajes (imitados por Jay naturalmente) que oímos chillar descontrolados. Hilarante es también “Hong Kong” acerca de alguien que se pierde en esa ciudad y no comprende nada de lo que le dicen. Jay remeda el sonido del idioma chino en un intento desesperado de hacerse entender. No queda duda que “it´s bad to be alone in Hong Kong”. También tenemos “Constipation blues”, las penurias de un hombre luchando contra el estreñimiento que Jay solía cantar sentado sobre un retrete. Otras grandes canciones donde experimenta con lo onomatopéyico, el balbuceo y la ironía fúnebre son “I love Paris”, “Little Demon”, “There something wrong with you”, entre muchas otras.
Ataúdes y serpientes de goma
A estas alturas ya te debes haber dado cuenta que cantantes como Alice Cooper, Ozzy Osbourne, Marylin Manson y otros baluartes del shock rock tienen una cuenta pendiente con el viejo Screamin' Jay Hawkins. A diferencia de ellos cuyo espectáculo era resultado de una producción calculada, Hawkins recurría a lo que tenía a mano.
A partir de diciembre de 1956, Screamin’ comenzó un show en Nueva York apareciendo dentro de un ataúd. Al principio no le emocionaba la idea, pero un productor le ofreció 2000 dólares si lo hacía. A partir de entonces se convirtió en un clásico de sus conciertos, aunque también era un inconveniente ya que las funerarias no querían venderle cajones debido al uso “irreverente” que les daba. También usaba serpientes de goma, esqueletos, maquinas de humo y en su nariz llevaba atravesado una especie de hueso.
A partir de los 80, los artistas a los que Screamin' Jay Hawkins había inspirado ahora lo homenajeaban. Fue telonero de los Rolling Stones en el Madison Square Garden y realizó apariciones televisivas mientras el shock rock estaba en auge. Jim Jarmush le dio un lugar preponderante a “I put spell on you” en su película “Stranger than Paradise” (1984), y luego lo hizo actuar como recepcionista nocturno en “Mystery Train” (1989).
Murió en el 2000, tras una operación. Según sus cuentas, dejó 57 hijos de todos los colores regados por el mundo, algunos han sido localizados en lugares como México, Finlandia, Yugoslavia y Corea. Antes de fallecer pidió: “cuando muera, no quiero ser enterrado, ya he estado en demasiados ataúdes.”
"La Tetona de Fellini" husmea entre cintas curiosas, clásicos recónditos, films perseguidos. El cine nos cuenta historias, aquí contamos las historias del cine.