Ponte de rodillas

Publicado el 07 julio 2011 por Alfonso

No hace falta leer a Thomas de Quincey pasa saber que el punto de vista estético del asesinato no justifica el acto, entre otras cosas porque podemos malinterpretar la lectura donde lo considera una de las bellas artes. El que con la llegada masiva a las oficinas y hogares de los reproductores de CD las compañías discográficas se lanzasen a enviar a los críticos musicales, y amistades, copias con el disco completito de la última sensación made in... -¡la revolución en tres acordes, un estribillo pegadizo y dos estrofas indescifrables!- sin carátula ni otra información que la de la hoja de promoción (una fotocopia, apenas legible y redactada deprisa y corriendo por algún becario o el artista en cuestión), tampoco justifica el que todo el mundo se lanzase a crearse su propia discoteca: con un resultado de ínfima calidad sonora y nulo diseño gráfico, el que se tiene por melómano y entendido se convirtió en realidad en un trastornado discípulo del cínico Diógenes -sirve el caso para el mercado cinematográfico, con las variantes convenientes tipo: “Para uso exclusivo de los miembros...”-. El comportamiento irresponsable no disculpa al basurero digital, de acuerdo, pero tampoco exculpa a los responsables de velar por la calidad de su producto el haberse dedicado a difundir una versión ridícula y zafia del trabajo ajeno, el vender por la www la canción de marras con un sonido que sin auriculares diminutos es un ruido insoportable, el escudarse en cifras y estadísticas para hacer que el hipotético comprador se sienta mal cada vez que tararea el hit del momento, el advertir del fin de la música (¿no existía ésta antes de que George Gouraud, empleado de Edison, registrase el 29 de Junio de 1888 en el Crystal Palace londinense el oratorio bíblico Israel en Egipto, de Händel, dirigido por Sir August Manns?).
No es por tanto de extrañar que el populacho, la gente corriente, que sabe que vive en el futuro -así se lo recuerdan las noticias día a día: menos horas productivas en las empresas; los (des)gobiernos de los Estados por los mercados; la tecnología de la comunicaciones creando la felicidad en forma de invento imprescindible...-, y que es menos simple de lo que se creen los poderosos, se ría de todo ello -hay que sumar que además, entre tanto avance, descubren que siguen, seguimos, siendo menos que nada: terremotos, olas gigantescas, volcanes en erupción, tormentas de arena, fuegos devastadores..., la naturaleza frente al hombre, lo mismo de toda la vida, sólo que ahora retransmitido en directo por mil ojos-, y que celebre cada tirón de orejas a quienes pretenden poner puertas al campo.
Es por tanto que ver como la SGAE, que se ha ganado a pulso la antipatía del pueblo español -¿pagar un impuesto por una copia para las abuelas de las fotografías de las nietas en la playa?, ¿por poner en el bar el She said, de The Cramps?, ¿por distraer con la radio al cliente de la peluquería mientras espera surno?-, que ver como la SDAE -lo mismo, claro-, aparece nombrada en los papeles judiciales crea una euforia general y alivia el dolor en estos tiempos de embudo y muy señor mío.
Lo cierto es que como lo cortés no quita lo valiente, hay que recordar que en su juventud, el máximo responsable del tinglado de los autores, de cuyas patillas y nombre me acuerdo: Teddy Bautista, puso su voz en una de las más grandes canciones del pop de todos los tiempos y lugares, sí, USA y UK incluidos. Claro está que me refiero al Get on your knees (en inglés, of course), del grupo Canarios, en mi modesta opinión, junto Mi calle, de Lone Star, y Black is black, de Los Bravos, el trío ganador de la música hispana en la década de 1960.

Para reafirmar con hechos las categóricas palabras anteriores sobre el trío de ases, aquí presentó las pruebas pertinentes, en movimiento en blanco y negro:


Y para terminar, como sería de mala educación no agradecer la música y los videos aquí insertados, haré lo correcto: gracias a quienes compusieron y grabaron las canciones, gracias a quienes las colgaron en la www, para disfrute de inquietos y nostálgicos, y last but not least muchísimas gracias a Sita Sinde-dodefrente por recordarnos que una canción de éxito es un poco de todos: por supuesto, pero ponte de rodillas tú, menesterosa, que otros preferimos bailar, hasta morir, de pie.

Thomas de Quincey, Watson-Gordon