Grant Mazzy es un locutor y DJ, antaño estrella de la radio, que trabaja en una emisora local en Pontypool, un pueblo de Ontario (Canadá). Mientras se encuentra trabajando en el estudio junto Sidney, su jefa y productora, y su ayudante Laurel Ann, les empiezan a llegar noticias de su corresponsal de campo, Ken Loney, que informa de una serie de sucesos extraños que están ocurriendo en las cercanías de la clínica del Dr. Mendez, donde un gran número de personas se están comportando de forma errática y profiriendo extrañas frases sin dirigirse a nadie en concreto. A raiz de que la noticia llegue a la BBC y se confirme que las manifestaciones se están convirtiendo en algo extremadamente violento, el ejército pondrá al pueblo en cuarentena, mientras Grant descubrirá, desde la emisora, que quizás la culpa de todo esté en algo que viaja a lomos de las palabras...
Y así es, con medios limitados, una buena historia y un genial personaje conductor, Bruce McDonald compone una película recomendable que destaca en muchos aspectos. Genial es la interpretación de Stephen McHattie como Grant Mazzy, un profesional ajado que está de vuelta de todo, un locutor carismático con aspecto de cowboy que al final de su carrera sólo le queda encargarse de un programa en una pequeña emisora de radio local en un pueblo totalmente anónimo donde apenas si hay movimiento...hasta que ocurre lo que ocurre. La actuación de McHattie (visto hace poco en Watchmen) es de las que hacen época pero no encuentran el eco necesario debido a la escasa amplitud de miras de los encargados de la distribución de films. Vale la pena sentarse a ver Pontypool sólo por el papel que borda Stephen McHattie.
Evidentemente no es una película perfecta, y puede que haya a quien le llegue a aburrir su arranque tardío, se canse de observar en pantalla el mismo escenario durante todo el metraje, o incluso le parezca un planteamiento grotesco, absurdo y descabellado. En cualquier caso, no dejo de recomendar Pontypool como una propuesta innovadora y refrescante, una película minimalista que puede que dé una nueva vuelta de tuerca al género zombie, que incluso puede que sirva de inspiración para futuros proyectos y, en definitiva, un film claustrofóbico y agobiante a la par que disfrutable y divertido en ocasiones, con verdaderos picos de tensión que ya quisieran otras películas para sí.