Hoy he ido a hacer la compra y para hacer honor a la entrada de ayer, y mientras espero a que abran un mercadona en Malasaña, me he dirigido raúdo, veloz y cargado de sociopatia hacia el DIA del barrio. Que lujazo comprobar las sabias palabras que ayer ocupaban este ponzoñoso lugar. He entrado con los auriculares puestos y completamente ajeno al ruido de la raza humana, mientras la loca trastornada de Kristin Hersh berreaba en mis orejas este hit para la posteridad del frustrado suicida. He mirado al borracho que esperaba con su litron en la cola para pagar detrás de mi y le he cedido el paso mientras la Hersh le decía "creo que necesitas un poco de veneno". Me he ganado el cielo de los justos.
Posiblemente no hay artista en el mundo del rock que haya fantaseado de forma más continuada con el suicidio y la muerte y siga vivita y a guitarrazo limpio. Armas o litros de veneno campan por sus canciones como muñecas de trapo por las de Amaia Montero. Es lo menos que se puede esperar de una gran mujer como esta. Diagnosticada de esquizofrenia bipolar (o algo parecido, estoy en modo nihilista esta noche y paso de chequear fuentes que no sean mi memoria), la Hersh oye más voces además de la suya, la de su conciencia y un par de amigos imaginarios. Por eso en los cuatro minutos que puede durar una canción puede pasar de ser una zorra a la que aplastarías a una zorra que te liquidaría en menos de lo que tarda en volver a mencionar las ganas que tiene de morirse. Y como toda buena suicida frustrada, la Hersh sólo se miente a sí misma. Mientras sueña su muerte, sobrelleva su miserable existencia, a la que está mucho más apegada de lo que tanto ella como cualquiera de sus vocecillas tocapelotas están dispuestas a afirmar.
Bright Yellow Gun y el resto del album University están disponibles en Spotify