Cruzo la primera frontera de todas con la excitación en el estómago de una niña en su quinto cumpleaños. Como si una frontera fuera un regalo aunque las pérdidas. Colombia llovizna y noche. “Vive tu vida como si fuera a repetirse como un círculo eternamente”. Me invento a Nietzsche, pero dice algo así, que cada día merezca tanto la pena que en la inmortalidad eligiéramos su repetición eterna. Era algo en lo que pensaba mucho cuando tenía 15 años. A eso se le llama el eterno retorno: como éste: desandar los kilómetros de un año de cordillera. He tenido que viajar por cuatrocientos días para encontrarme con mi hogar y necesitar volver a él como un altar de infancia. Olvidé decirle adiós a la montaña y no importa porque está siempre conmigo.
Café en Popayán: las desapariciones. Dos cuerpos en direcciones opuestas pero pensándose. Preguntarme muchas veces por qué siempre me estoy marchando de todas partes y de todas las cosas que amo. Tocan las cinco de la mañana en una ciudad blanca.
Qué coño hago aquí.
He escuchado tu música por dieciocho horas seguidas. Hemos escrito carreteras hacia el norte y el sur del mundo: estás en cada nota.
Este texto forma parte del desafío 27 días de retorno.
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