Esta comedia romántica, ambientada a finales de los 50, pretende cumplir con todos los tópicos de una relación entre el jefe y su secretaria. Ella, una joven de pueblo que viaja a la ciudad en busca del trabajo soñado. Él, un arrogante y seductor director de una pequeña empresa de seguros que decide contratarla por su físico y por su apasionada manera de escribir a máquina.
Los animados y coloridos créditos iniciales hacen pensar que se trata de una comedia de enredos fresca, al estilo de Abajo el amor, pero la química entre ambos protagonistas resulta tan forzada como los aires de conquistador de Roman Duris. No es el único aspecto carente de lógica y congruencia.
Los altibajos están presentes en todo el desarrollo del film, cuyo único hilo conductor coherente es el empeño de Duris en que su nueva secretaria consiga alzarse con el título a la mecanógrafa más veloz del mundo entrenándola como a un deportista que se prepara para los Juegos Olímpicos. Y ya está. Ese es todo el misterio de Populaire.
El debutante Régis Roinsard no olvida los ingredientes propios del género. Así, entre entrenamiento y entrenamiento, adereza con algún gag exagerado que busca la sonrisa (la risa queda muy lejos) del espectador, unos toques de romance y unas historias de familia y amores pasados carentes de profundidad, pero que cierran y encajan en un final forzado, predecible y de color de rosa, esta vez, de manera literal.
La presencia de Bérénice Bejo pasa inadvertida y queda desaprovechada la fuerza interpretativa de la protagonista, Deborah François (quien obtuvo el reconocimiento de público y crítica en 2006 gracias a La última nota) dejando a Populaire en un mero intento de entretenimiento sin grandes aspiraciones.