Por amor a Gleyzer

Publicado el 10 julio 2017 por María Bertoni
El libro de Juana Sapire y Cynthia Sabat salió a la venta a fines de mayo.

Es inmensa la tristeza que provoca la lectura de Compañero Raymundo. Una tristeza íntimamente ligada al sentimiento de duelo: duelo ante la desaparición forzada de un cineasta valioso; duelo ante la pérdida de un hijo, hermano, esposo, padre; duelo ante la masacre de una generación; duelo ante el avasallamiento de un país y una región; duelo ante una sociedad –la nuestra– proclive a la repetición de ciclos históricos siniestros. Se trata de una tristeza, sin embargo, tolerable porque el libro de Juana Sapire y Cynthia Sabat es ante todo un acto de amor. Y este amor triunfa sobre el destino de secuestro, tortura, muerte, olvido que el Estado criminal de 1976 le impuso al cineasta, hijo, hermano, esposo, padre, referente cinematogáfico y generacional de nombre Raymundo Gleyzer.

Las 250 páginas de Compañero Raymundo dan cuenta del trabajo minucioso, paciente, intenso que Sabat llevó adelante en el transcurso de cinco años. La periodista y realizadora del tributo Fuego eterno convierte a Sapire en autora insuperable de un retrato único, acaso el más abarcativo, porque articula recuerdos profundamente vívidos con reproducciones de fotos, postales, afiches, programas y con transcripciones de otros testimonios, de cartas, sinopsis, poemas, comunicados, solicitadas, manifiestos.

En otras palabras, los lectores asistimos a un interesante juego narrativo: reconocemos a la mujer de Gleyzer en la mayoría de los verbos conjugados en primera persona (a veces del singular, a veces del plural); imaginamos a Sabat entre bambalinas, articulando desgrabaciones, imágenes, transcripciones; (re)encontramos al cineasta en fotos y en los textos que escribió para su esposa e hijo, sobre sus películas, para compartir las impresiones de sus viajes, para fijar su postura militante.

Después de leer Compañero Raymundo, conocemos mejor al director de La tierra quema, Ceramiqueros de TraslasierraMéxico, la revolución congelada, Los traidores. Por un lado, nos asomamos a la cocina de la producción, filmación, promoción de sus películas. Por otro lado tomamos contacto directo con los argumentos que sostienen el compromiso asumido con el Partido Revolucionario de los Trabajadores. La naturaleza del retrato es tan íntima que creemos hacernos amigos de este porteño inteligente, sensible, voluntarioso, amoroso, solidario, fanfarrón, obstinado.

A partir de la semblanza de Gleyzer, el libro despliega otros cuatro retratos: el de la inquebrantable Sapire (autorretrato, en este caso); el de los cineastas argentinos que en los ’60 y ’70 filmaron con intención política y militante; el de los jóvenes revolucionarios de esos años; el de una Argentina y una América Latina violentadas. Estas aproximaciones auspician un repaso preciso –y sin dudas doloroso– de la historia reciente de nuestro país y de nuestra región; también una invitación a pensar nuestro presente.

Compañero Raymundo cuenta además tres grandes historias de amor: aquélla que protagonizaron Gleyzer y Sapire; aquélla que forjó el vínculo indisoluble entre el documentalista y su único hijo Diego; aquélla entre el mismo niño y su madre Juana, especialmente conmovedora en tiempos dictatoriales de incertidumbre, persecución, terror, muerte, destierro.

A todas luces, este libro fue hecho con rigurosidad y honestidad intelectual. Además de la cantidad y diversidad de material aportado por Sapire, impresiona la extensión de la biblio y filmografía consultadas por Sabat. Esto importa tanto como la absoluta claridad con la que las autoras asumen y reconocen su lugar de enunciación.