La última película ganadora del Seminci, y espiga de oro ex aequo, Copia Certificada de Abbas Kiarostami versa entre el arte en la realidad y la representación de una relación de pareja que no deja de ser la copia del ideal platónico de una historia de amor, enfundada en sus tres etapas vitales: enamoramiento, madurez y vejez. Dos son los personajes fundamentales de la trama: un escritor hedonista que llega a La Toscana para presentar la traducción de su ensayo “Copia Conforme”, que explora las características del arte y la relación del hombre con el original y la copia; y una galerista interesada en él, más ligada al contacto directo con la realidad -como tener que ocuparse sola de su hijo- que al arte del que vive profesionalmente. Ambos, aparentemente desconocidos, realizan un viaje a un pequeño pueblo vecino, donde la signora de una cafetería los confunde por una pareja de casados, anécdota que desencadena la llegada de un pasado paralelo representado por la copia de la relación de una pareja madura que no pudo ser completa, lo que trastocará la historia de amor a medida que improvisan su desgaste matrimonial. ¿Dónde está el arte, en la vida, o en la imagen representada que nos llega del momento captado? ¿Dónde empieza el arte y acaba la vida? Si nos ceñimos a una idea romántica, la obra de arte tiene un creador y éste es capaz de producir una emoción en ella. Actualmente esta noción está prácticamente obsoleta en tanto que la casi totalidad de obras giran en torno a otras ya existentes.
¿Es el tiempo el que convierte a la copia en una obra de arte, o el que hace que valoremos el original en su justa medida?