Siento la luz del Sol acariciándome los párpados, su calidez bañando mi piel con la delicadeza del terciopelo. Noto su beso en mis labios entreabiertos, en mis mejillas arreboladas, en mis hombros, en la curva de mi clavícula; viajando con la tenuidad de los pétalos por mis pechos, mordiendo ardiente mis pezones anhelantes, bajando por mi vientre, lamiendo mi pubis, mis muslos, arropando mis piernas desnudas…
No necesito abrir los ojos para saber que es de día, que soy feliz y que estás a mi lado. No alargo el brazo, no te busco, no me hace falta porque eres tú quien me ha encontrado. Sonrío al sentir tu brazo en torno a mi cintura y aprieto con fuerza los ojos mientras la sonrisa pugna por convertirse en carcajada. Imagino que tú tienes los ojos abiertos y contemplas embelesado lo que le hace la luz del sol a mi cuerpo. Casi puedo oír tus pensamientos gritando “¿¡Cómo te atreves a tocarla?! ¡Ella es sólo mía! Y yo… yo soy sólo suyo.”
Arrimas tu pecho desnudo a mi espalda y prendo en llamas mientras tus manos recorren mi silueta conquistando sin armas cada curva de este cuerpo moldeado por no sé qué dioses para pecar bajo tus dedos. Tu erección apuñala mis nalgas mientras mi sexo se derrama entre el negro de tus uñas y mi cuello se convierte en alimento del deseo.
Me vuelvo hacia ti. “Abre los ojos, princesa” – me susurras- y yo, con una sonrisa, niego con la cabeza. “No” – pienso – “sólo un poco más”.
No la veo, pero intuyo esa sonrisa entre dulce y pícara que me desarma antes de sentir como tu cuerpo se desliza sobre el mío barriendo con la lengua cualquier vestigio de pereza.
Y me convierto en luna menguante con los pezones húmedos por tu saliva siendo acariciados por la brisa que se lleva el primer gemido arrancado de mis labios delirantes mientras tú besas otros, más abajo, que ya te esperaban anhelantes.
La vida se eleva y el mundo se hunde cuando tú te sumerges entre mis piernas y mi alma exhala un grito que haría enrojecer de vergüenza a las estrellas: “¡Joder, fóllame!”
Mis órdenes son tu deseo y tu deseo la polea que te sube a pulso hasta mi boca. Casi abro los ojos cuando tus labios rozan los míos con un imperceptible “te quiero” por bandera, pero tu embestida hace que se cierren mas fuerte y mi boca se abra en un grito que tú conviertes en beso.
Cada caricia que tu cuerpo le dedica al mio me estremece, cada gemido, cada suspiro, cada roce me transporta a un cielo donde los ángeles llevan los ojos vendados y las nubes tienen el tacto de tus manos.
Soy consciente de cada curva de nuestros cuerpos entrelazados, de nuestro sudor mezclándose, del olor de tu piel, del intenso placer…
Y sin avisar llega el orgasmo. El tuyo y el mío, juntos, al unísono, como tanto nos gusta y abro los ojos para ver reflejados en los tuyos ese amor inmenso que me subyuga.
Por desgracia el embrujo desaparece al abrirlos. La realidad mutila el hechizo y no son tus ojos los que me devuelven la mirada. Sólo eres un delirio producto de la fiebre de esta fría soledad desbocada que me consume desde dentro mientras un cuerpo que no es el tuyo me posee desde fuera y yo… yo intento consolarme pensando que, aunque a mi cuerpo se lo han follado, mi corazón y mi mente han hecho el amor contigo.
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