Podría traficar con un mediodía,
Resaltarle su escrúpulo de luz escaldando
Pero desde una trinchera, la rata no olfatea la claridad.
Podría establecer como consigna:
Que el amor le viene bien a los inviernos,
que existen noches donde se puede encandelillar el miedo.
Podría justamente retratar una vida
sentándome al lado de sus quejas, de sus desamparos aprendidos
y decir que tal vez una lágrima o una sonrisa bastaría para salvarla.
Me gustaría pensar que no hay necesidad de abrirse el pecho,
de tener que tragarse resentido los crepúsculos,
que se puede caminar, pronosticar el murmullo que llega desde el viento.
Por ejemplo: sentarse a leer como un loco la tragedia de los otros,
su volumen de cosas royéndolos por dentro.
Podría taponarme los oídos para no comprender ciertas voces,
para señalar una ausencia en los labios y desconocer en el espejo la palabra.
Por ejemplo: precipitar desde cualquier esquina una avalancha de palomas,
asaltar desde un rincón esa incertidumbre que pasa como frío por las nucas
y labrar con las yemas algo parecido a la sonrisa.
Podría renunciar a delatarme en el miedo de los otros,
en su gana de entender la soledad
pero está este dolor astillándome los huesos.
Por ejemplo: decir que sufro
Sin reconocer el tedio.