Por el Delta del Okavango

Por Pilaryluis

Amanece en el río Kavango

 Cada viaje tiene una imagen con aroma y sonido, que ninguna cámara puede captar y que se queda un tiempo grabada en la retina.  Los mokoros (barcas de Delta del Okavango) a la orilla de un río cubierto de vegetación es una de ellas.

Anochece en el Delta del Okavango


Mapa del Delta del Okavango

No sabía gran cosa del Delta del Okavango hasta que en el mes de junio viajamos a Namibia y Botsuana y pudimos hacernos una idea de la magnitud de este ecosistema inédito y peculiar; un río que no muere en el mar sino que termina, formando un falso delta, engullido-escondido-desaparecido en las secas tierras del desierto de Kalahari.
Pasamos varios días por el Delta; vimos de cerca el caudaloso río Kavango (llamado así en la parte de Namibia), navegamos por los laberínticos canales cubiertos de nenúfares y esbeltos abanicos de papiro, contemplamos la puesta de sol desde una de las múltiples islas y admiramos desde el aire, sobrevolándolo en avioneta, como el río serpentea y cambia de color hasta desaparecer envuelto en tierra.
Hacia el Delta del Okavango
Nos desviamos de la carretera general y tomamos un infernal camino que, 4 km más allá, nos dejaría en el campamento de Ngepi a la orilla del río Kavango, un peculiar alojamiento que se mimetiza con el paisaje. Desde una terraza sobre el río vemos las manchas negras de los hipopótamos y oímos el bramido que sueltan al bostezar y abrir sus enormes bocas. Nos dormimos con el sonido de los hipopótamos retumbando en la noche.

Adios Namibia

Por la mañana cruzamos, sin perder mucho tiempo, la frontera de Namibia a Bostuana y nos desviamos unos 50 km para ir a las colinas de Tsodilo Hills, lugar sagrado para los bosquimanos, en el que reside el espíritu de sus antepasados. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por albergar unas 4500 pinturas rupestres de una antigüedad superior a 20.000 años.
Colinas de Tsodilo 

 Las colinas dibujan una línea descendente, casi unidas unas a otra, que el pueblo San llama las montañas de los dioses, las consideran una familia en la que la más alta es el hombre, la menor la mujer y la última el hijo.  La mayor parte de las pinturas se encuentran en la colina mediana, la de la mujer.
 Pinturas de las colinas de Tsodilo



Las visitamos con un guía que nos va indicando las pinturas de color rojizo-marrón que se encuentran en las paredes de la montaña, Fácilmente visibles desde el sendero, en su mayoría son animales: antílopes, springboks, jirafas, serpientes, eland, pero destaca la figura de una ballena,  los rinocerontes y un león. Se encuentra también alguna figura humana, especialmente la de un grupo de hombres con enormes penes erectos, que supuestamente representa un rito iniciático basado en la circuncisión, y la forma peculiar de una roca que dibuja el mapa del continente africano.

Paisajes del Delta del Okavango


Paisajes del Delta del Okavango

Seguimos viaje, y de nuevo nos dirigimos al río Okavango, dormimos en el campamento Swampstop a la orilla del río y tenemos la suerte de disfrutar una espectacular puesta de sol y los rojizos tonos del amanecer que Luis logra fotografiar.
Por la mañana abandonamos ya definitivamente el camión con el que hemos atravesado Namibia y parte de Botsuana y con mucha pena nos despedimos de Israel, el cocinero que nos cocinó unas comidas muy ricas, de Aaron el conductor-mecánico, el “churriiii” de la divertida Pili que aprendió a decir “ ese culito que no pase hambre” y de Trainols y Faray con los que compartimos unos días muy agradables.
Ya no vamos a viajar en camión, navegamos en barca por el río hasta la isla de Seronga, una de las muchas islas del Delta (hay unas 5000) viendo fugaces cocodrilos que se esconden al oír el ruido del motor.

Isla de Seronga


Isla de Seronga


Cambiamos la barca por un camión abierto y recorremos la isla. Visitamos uno de los poblados donde nos esperan para enseñarnos su folclore, bailes y costumbres tradicionales (ya no usadas) de moler el mijo o hacer las hachas de hierro.

Mokoros

Maite y Pili saludan desde el mokoro


El camión se pierde varias veces pero al final da con el lugar en el que ha quedado con los mokoreros. Ahí aparece la imagen!. Barcas en la hierba!. Me encanta!.
Nos montamos de dos en dos y nos dejamos deslizar suavemente sobre una capa de nenúfares. Vemos el canal libre de hierbas que forman los elefantes al desplazarse nadando de isla en isla, al igual que los leones del Delta (que no vemos) los únicos del mundo capaces de nadar, en un ejemplo de adaptación al medio.
El mokorero coge un nenúfar y va doblando el largo tallo en trocitos hasta hacer un precioso collar que luzco con orgullo en el cuello.

En una de las islas hacemos un pequeño recorrido a pie siguiendo las huellas de los animales, las enormes pisadas de los elefantes y observando las garzas blancas del Delta.
Vemos la puesta del sol desde la barca, en silencio contemplamos como cae la noche. Las temperaturas bajan al anochecer y es agradable quedarse un rato alrededor de la hoguera. El grupo se anima y nos olvidamos del frío compartiendo canciones y juegos y risas con los mokoreros.
Dormimos en las sencillas (cutres) cabañas de la isla de Pepere, en compañía algún que otro bicho que deja en nuestro cuerpo constancia de su presencia.

Avioneta sobre el Delta del Okavango

Por la mañana la misma barca nos lleva de nuevo a la isla de Seronga para coger la avioneta con la que vamos a sobrevolar el Delta y que nos dejará en el aeropuerto de Kasane, junto al P.N. del Río Chobe.

El Delta del Okavango desde el aire

El vuelo en avioneta dura una hora. Mientras sobrevolamos el Delta, la avioneta vuela bajo para poder verlo mejor, el resto del viaje se eleva y el paisaje se oculta tras una densa nebulosa de polvo en el que apenas se distingue el fondo.
Estamos emocionados y luchamos entre el deseo de disfrutar del momento y el de conservar las imágenes, así que no paramos de hacer fotos, pero como no llevamos buenas cámaras, el resultado es un poco pobre (es lo que tiene viajar ligeros de equipaje).

El Delta del Okavango desde el aire

Disfrutamos de las vistas. Desde el aire las manadas de elefantes, gacelas, impalas o kudus se convierten en pequeñas figuras en movimiento.
 El paisaje cambia de color, el río se muestra de color azul intenso entre una vegetación verde esmeralda;  las marismas anegadas de agua brillan al sol con reflejos de color plata intenso para dar paso a pequeñas lenguas de agua que terminan engullidas por la tierra hasta desaparecer completamente convertidas en el color marrón claro de las arenas del Kalahari.

El Delta del Okavango desde el aire

Una visión desde el aire que nos acerca al magnífico paisaje de Delta del Okavango, declarado en 2014 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que se nos ha quedado prendido para siempre en el corazón.

El Delta del Okavango desde el aire