Voy a continuar con algunas razones más.
Las mujeres tratadas y prostituidas en clubes o locales dedicados a ello, que son tratadas de la peor manera que se puede tratar a un ser humano. Son tratadas como esclavas por las redes criminales, con el único objeto de ganar dinero con sus cuerpos, lo de ellas, que son la materia prima para montar estos negocios criminales. Y en algunos casos son niñas que apenas pueden haber alcanzado la mayoría de edad. Niñas y mujeres de países empobrecidos en donde su futuro es incierto y hasta los que llegan los captadores de esas redes criminales para, con promesas de trabajos bien pagados e incluso enamorándolas, las llevan hasta aquí con el único objetivo de explotarlas.
Cuenta “El músico” en el largometraje “El proxeneta, paso corto, mala leche” de Mabel Lozano, que cuando los captadores llegaban a un determinado país porque habían abierto un nuevo negocio, valían todas las mujeres, incluso las feas, eso sí jovencitas. Y cuando lo escuchas se te revuelve todo por dentro. Porque como también explicaba Rosa Cobo, no son vistas como personas, son vistas como materia prima que les va a dar a ganar mucho dinero. De nuevo, la terrible alianza entre capitalismo y patriarcado se ceba sobre las mujeres.
No quiero olvidarme de las mujeres que están gestando para otras personas en verdaderas granjas de mujeres. Mujeres vulnerables económicamente que gestan a cambio de una cantidad misérrima de dinero que puede salvarles puntualmente algún momento, pero que a cambio renuncian no solo a la criatura que han gestado, también a su propia vida durante los meses de gestación y habrá de hacer frente a las posibles secuelas que le queden después del embarazo.
Y las criaturas nacidas de esos embarazos comerciales y que son literalmente vendidas a personas con poder económico que les permite la compra de bebés, las dejan privadas de filiación biológica materna y entregadas a personas desconocidas que seguramente no permitirán jamás que conozca a su familia biológica ni a toda su historia genealógica real. Son condenadas a que “algo extraño e inexplicable” exista siempre en sus vidas. De nuevo la complicidad entre el patriarcado y el capitalismo aprovecha los cuerpos de las mujeres para enriquecerse.
Hay otro colectivo de mujeres de los que no quiero olvidarme para hacer pedagogía para ir a la huelga general feminista. El de las mujeres reclusas.
Estas mujeres, seguramente habrán cometido errores y por ellos están pagándolo con su privación de libertad. Pero las condiciones de vida en las prisiones, el hacinamiento, y, en muchos casos también su falta de habilidades sociales y personales, hacen de ellas un colectivo especialmente vulnerable que, al recuperar la libertad, han de tener recursos para su reingreso en la misma en condiciones óptimas. Y esos recursos no existen. Porque son las grandes olvidadas de nuestra sociedad. Sus voces son silenciadas dentro y fuera de las cárceles. Y tiene derecho a alzar sus voces. Porque en mayor o menor medida, todo el mundo nos equivocamos en alguna ocasión en nuestras vidas y tenemos derecho a ser disculpadas si asumimos las consecuencias de nuestro error.
Y por último pero no menos importante quiero acordarme de las sin voz. De aquellas mujeres asesinadas por quienes dijeron amarlas o, por hombres que querían demostrar su masculinidad tóxica y por ello las asesinaron. Pero las sin voz no son solo las mujeres asesinadas por el patriarcado. Son también las víctimas vivas a quienes el terror de las palizas o los malos tratos tienen muertas en vida. Son aquellas mujeres y criaturas a quienes, excepto la vida, se lo han arrebatado todo, incluso la dignidad.
Por todas ellas, vivas o muertas, a todas y por todas las mujeres oprimidas incluso sin ser conscientes de la opresión en la que vivimos, sigo insistiendo en la necesidad de hacer la huelga general feminista del próximo ocho de marzo.
Por ellas, por mí, por todas, el ocho de marzo yo pararé. Y lo haré orgullosamente, con la cabeza bien alta y plenamente convencida de que si las mujeres paramos, el mundo se para. Pero también plenamente convencida de que el relevo generacional en la lucha feminista, pese a todo, está asegurado y de que, por tanto, el fin de la alianza entre el capitalismo y el patriarcado está más cerca.
Como feminista abolicionista y plenamente convencida, el 8 de marzo, pararé orgullosamente.
Ben cordialment,
Teresa