Entre aquella gente destaca, sin duda, el papá de Marycheivis. Tiempo después, cuando yo iba ya menos por la biblioteca, él se marchó. Todo el pueblo se quedó un poco huérfano y a Marycheivis le tocó cargar con muchas herencias, servidora incluida. Pero siempre lo ha hecho bien y ha tenido sitio para todos, por encima de ella misma en muchas ocasiones. Por eso hoy, que lo ha pasado un poco regular, hay que estar ahí. Para celebrar, sobre todo, que no ha sido nada y que nos queda mucha vida rubia que disfrutar. Va por ti, nena.
Subid el volumen y a cantad mucho, cantad con el alma. ¡Que cantéis, os digo!