Por: Rebeca E. Madriz Franco / Género con Clase
Las feministas hemos decidido hacer “Matria desde el Programa de la Patria”, a propósito de la Propuesta de Proyecto Nacional Simón Bolívar 2013-2019, el cual define el rumbo a seguir para avanzar en las profundizaciones revolucionarias, siendo éste el marco más idóneo para plantearse dar un salto en pro de democratizar cada vez más la participación popular y trascender de la mera participación a la toma de decisiones. Ya desde el PNSB 2006-2012 se plantea la necesidad de lograr una democracia sustantiva, plena, que trascienda los marcos burgueses y comience a generar cambios profundos en la sociedad, una democracia donde no se concentre en élites de ningún tipo la posibilidad de decidir. Sin embargo, comprendemos que si partimos de entender que las transformaciones revolucionarias deben plantearse en y desde diversos ámbitos, incluidos los formales, la paridad política es una forma de profundizar y garantizar los plenos derechos políticos de las mujeres, nuestra ciudadanía, pues no es sólo poder elegir sino también ser elegidas, ya que no se trata solamente de ajustarse a decisiones que otros (intencionalmente en masculino) toman, sino de poder decidir, posibilidad históricamente negada a las mujeres. Hoy es indiscutible el elevado nivel de participación femenina que se ha evidenciado en el proceso revolucionario, pero esta nueva etapa histórica debe apuntalar a objetivos más radicales, para que esa participación adquiera nuevas cualidades y así dar los saltos necesarios por la construcción de la sociedad socialista – feminista.Nuestra posición en la sociedad es resultado de las asimetrías de poder, y en tal sentido, la construcción de la democracia paritaria busca saldar esa deuda y promover una cultura de participación política contraria a la hegemónica donde exista una representación proporcional de la sociedad que se exprese en un 50 y 50 de participación entre mujeres y hombres.
El proceso de “democratización de la participación política de las mujeres” debe entonces abarcar varios ámbitos simultáneamente. El del poder constituyente en primera instancia, donde las organizaciones de base, los movimientos sociales tienen el enorme reto de partir por comenzar a manifestar nuevas fórmulas posibles, y salir de los rígidos marcos heredados de la cultura de la izquierda tradicional, donde se cuela sin mayor inconveniente la cultura patriarcal. Desde el poder constituido también se plantean escenarios por conquistar, pues desde allí se toman importantes decisiones, incluidas las leyes.
Es necesario visibilizar la relación directa que hay entre la igualdad y la equidad de género y la democracia, lo que requiere entre otras cosas, voluntad política por parte de los factores políticos ubicados en posiciones de poder para coadyuvar a dar este viraje necesario en las democracias que venimos conociendo hasta ahora.
No se trata de reformas superficiales que tengan que ver sólo con la representatividad, sino fundamentalmente de una cuestión de inclusión y reconocimiento de una perspectiva distinta a la androcéntrica, que tome en cuenta y revalorice la participación y los aportes de las mujeres a la sociedad. Se trata de una garantía de más y mejor democracia.
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