Por la libertad del voto

Publicado el 13 enero 2010 por Jorge Gómez A.
Cualquiera que valora la democracia y lo que ésta implica, debería votar nulo el 17 de enero.
La política chilena, hoy es prisionera de dos coaliciones que se han repartido el poder, lo centralizan, lo concentran y han convertido a la democracia en un instrumento para sus fines personales y partidarios, dejando fuera de toda capacidad de acción a la ciudadanía.
Los sectores políticos que están fuera de éstas alianzas corporativas y los ciudadanos comunes y corrientes, sólo se limitan a ser simples vasallos y clientes políticos del despotismo blando que ambos sectores han construido. Eso no es democracia.
La democracia que se prometía reconstruir para y por los ciudadanos, fue sólo devuelta en parte, y ha sido reducida al acto del voto. Las regiones lo saben, los independientes también lo saben.
Ambas coaliciones y sus candidatos presidenciales, representan el poder sustentado en una institucionalidad impuesta por la fuerza y la coacción sobre los ciudadanos desarmados.
Ambos sectores han hecho usufructo de la estructura económica para aumentar sus arcas personales y el de sus empresas asociadas.
En definitiva, ambos representan el orden imperante y hegemónico, que ellos llaman democracia, pero que deja fuera del juego a la mayor parte de los ciudadanos. Eso no es democracia.
Democracia no es sólo permitir a los ciudadanos ejercer el voto cada cuatro años para elegir candidatos. Es prepararlos para participar de ella, y lo que menos se hace hoy en las escuelas es eso.
Democracia no es elegir entre las opciones que las elites partidarias imponen a través de los medios de comunicación, sino que poder crear opciones propias, mostrarlas al resto y hacerlas competir.
Tampoco es democracia elegir a perpetuidad a los miembros de ciertas dinastías, como ocurre hoy día como si se tratara de una monarquía donde los cargos parecen hereditarios.
Democracia es ejercer la ciudadanía día a día, en todos los lugares, es defender el derecho a disentir, a debatir, es poder participar y competir de forma pacífica, dialogante, sin depender del partido, el dinero, el apellido o las horas de vasallaje que se tengan en el cuerpo.
Por eso, defender la democracia no significa ser oveja y someterse al despotismo blando de las elites. Menos aún por miedo y temor al despotismo de otro grupo de elites.
Valorar la democracia es reconocer que la legitimidad del gobierno, sea cual sea, depende de los ciudadanos, y que si los gobernantes se alejan de éstos, entonces ya nada es legítimo.
Por eso, defender la democracia es tener conciencia de que ningún gobierno puede derivar en monarquía o dinastía eterna, ni ningún poder puede imponerse por amenaza o fuerza sobre los ciudadanos, sea económico o político.
Defender la democracia es tener claro que ninguna dinastía, dictadura o elite, son legítimas para evitar la dinastía o la dictadura de otros. Lo sabemos.
¿Cuántos años habrá que esperar para votar sin temor?
Por eso, no apoyo a Piñera ni Frei, porque ambos representan y personifican una misma estructura de poder que se ha concentrado cada día, alejándose cada vez más de los ciudadanos.
Ambos representan una clase política que ante la opinión pública y sobre todo en tiempos electorales hacen aflorar sus diferencias, para luego darse la mano y cerrar tratos políticos corporativos a puertas cerradas. Así lo han hecho por veinte años. Eso, no es democracia.
No caigamos en la falacia de culpar a los nulos por la elección de un candidato u otro en esta próxima elección. Menos aún por lo que hagan en sus eventuales gobiernos.
Si votamos nulo, es porque ya desconfiamos de ambos y de sus coaliciones. Nos abstenemos ante la duda.
Por eso, ningún ciudadano, sea como sea que vote, es culpable o responsable de las brutalidades que una vez electos hagan los gobernantes. Pues, al votar, el ciudadano cede a sus representantes la potestad para decidir.
Votamos nulo, porque ninguno de los dos candidatos nos da la confianza para un buen gobierno. Sólo esperamos, y porque respetamos las opciones de otros ciudadanos, que sea cual sea el elegido, sea uno bueno para cada ciudadano.
La política y la democracia es diálogo, por eso cada representante debe convencer a sus electores con ideas y propuestas, si no es capaz de ello, entonces es incapaz políticamente.
Porque la política es diálogo y convencimiento, no dogma, mito y religiosidad, menos mera publicidad. Como ciudadanos, votamos según ideas y propuestas, no según afiches de pasta de diente.
Por nuestro derecho a pensar como queramos, por nuestro derecho a ejercer el voto libremente, y sobre todo porque respetamos y valoramos la democracia, votamos nulo.