Por las acciones y las pasiones es manifiesto que Dios es el principio perfecto. Y esto de este modo: En el principio perfecto, infinito y eterno debe darse un principio principiante, no principiado; y éste es Dios Padre. Se da otro, principiado y no principiante, que es el Espíritu santo. Y se da otro, principiante y principiado, que es Dios Hijo. Y en estos tres números ternarios está el principio perfecto. Pues la primera unidad no tiene nada que le preceda; la segunda, empero, es engendrada con toda simplicidad por la primera; y la tercera es espirada por la primera y por la segunda, ya que sin éstas no puede darse la tercera unidad. Y este número ternario es perfecto por [contener] el par y por el impar, dado que todo número es par o impar. Y tal número numerado es imagen de la santísima trinidad y principio perfecto. Y dado que tú niegas la santísima trinidad, niegas por tanto que Dios sea el principio perfecto, ya que según tú Dios no ha principiado nada desde toda la eternidad. Y cuando principió el mundo fue causante del principio del mundo al crear un principio nuevo, mediante el que se hizo principio nuevo. Y así se hizo principio antes de que hubiera un principio, lo que es una contradicción manifiesta.
Hasta aquí Llull. Este argumento es algo difícil de entender, por lo que ofrezco la siguiente glosa:
El mundo tiene un principio, y Dios es el principio del principio del mundo. Ahora bien, si Dios es el principio del principio del mundo en el mismo momento en que el mundo comienza, ser principio no forma parte de los atributos eternos de Dios; y, por tanto, Dios no es el principio perfecto. Sin embargo, si Dios es el principio del principio del mundo antes de que el mundo comience, entonces Dios es el principio del principio del mundo antes de que el principio del mundo sea, es decir, lo es sólo en potencia, lo que es absurdo cuando se trata del acto puro. Por tanto, la única solución admisible es que Dios, siendo el principio perfecto, obre como principio antes de que el mundo comience, lo que no exige que sea principio del mundo, sino que se principie a sí mismo ternariamente.