A 41 años del inicio de la Guerra de Malvinas, homenajeamos a nuestros caídos y veteranos, nuestros héroes y heroínas de una aventura que se presentaba al pueblo como una ficción en formato de cobertura periodística por parte de los mismos medios que habían contribuido con su silencio para que el genocidio que se llevaba adelante desde 1976 no saliera a la luz: "Total normalidad". Cuando la realidad de lo que ocurría en las islas se impuso sobre el relato televisivo y los combatientes volvieron, se empezaron a conocer los maltratos y torturas sufridos por parte, no ya del Ejército enemigo, sino de los mismos oficiales que debían cuidarlos y protegerlos. Un conflicto bélico que quedó grabado en el corazón de cada argentino y sellaría la suerte de quienes la iniciaron, jaqueados por la economía y el descontento popular.
Malvinas no es solo un resabio del colonialismo del siglo XIX, sino que es parte del entramado actual del imperialismo y su búsqueda por garantizar el control de los bienes comunes de la región como parte de la disputa geopolítica en un mundo que ya es, de hecho, multipolar.
Actualmente, no solo padecemos el colonialismo offshore; también tierra adentro; en las últimas décadas el territorio de la Patagonia (sur del país) no solo se ha privatizado, sino que además se ha concentrado en pocas manos de holdings y empresarios. Según el Registro Nacional de Tierras Rurales (RNTR), Argentina posee 266.711.077 hectáreas, de las cuales el 5,02% se encuentran en propiedad de extranjeros. Como si esto no fuera un gran problema, con la llegada de Macri, se flexibilizaron las reglamentaciones para la adquisición de tierras en manos extranjeras (mediante el polémico Decreto 820/2016), así mismo se empezó a registrar a empresas extranjeras como nacionales -por la cantidad de accionistas que poseían-. Este fue el caso de Roemmers, Techint, Bulgheroni o la Fundación Tompkins, dueña de tierras rurales ubicadas estratégicamente en reservas de agua dulce y acceso directo a plataformas marítimas en América del Sur.
Según un informe, realizado en 2021, del Instituto de Estudios y Formación (IEF) de la CTA Autónoma los grandes terratenientes extranjeros de la Patagonia son: el Grupo Benetton (Italia) con 900 mil hectáreas, en Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz; el Grupo Heilongjiang Beidahuang (China) con 330 mil; Somuncura Patagonia SA (Francia), con 155 mil; Rabino Elimeir Libersohn (EE UU) con 140 mil; Gold Corp (Canadá) con 130 mil; Trillum Corporation (EE UU) con 125 mil; Roberto Hiriart (Chile) con 100 mil; Anglo Ashanti Gold (Sudáfrica) con 50 mil; Grupo Burco (Bélgica) con 85 mil; Ted Turner (EE UU) con 56 mil y el magnate ingles Joe Lewis con 38 mil. Este último, famoso por apropiarse del Lago Escondido y apalear a quienes intenten ingresar al espejo de agua en su justo derecho. No tan conocida como su mansión es la pista de aterrizaje del tamaño de la de Aeroparque que construyo sobre el margen atlántico, donde aturden las denuncias de vuelos clandestinos desde y hacia Malvinas.
Argentina. A 41 años, impecable análisis de Eduardo Galeano:
La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña.
No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala.
No les tiembla el pulso: con mano segura firman la rendición los violadores de mujeres atadas, los verdugos de obreros desarmados.
Por Eduardo Galeano (Memoria del Fuego III: El siglo del viento)
Por los y las que dieron su vida por esta Patria y por los que vendrán, defender la soberanía de forma integral es nuestra obligación.
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