Por los Sanantolines del 2019

Publicado el 01 septiembre 2022 por Monpalentina @FFroi

Llegados estos entrañables días recuerdo cuando acudí, en el 2019, a la Feria del Libro. Quería mostrar a mi amigo Toño los lugares de mi infancia y juventud.

Pasado Villalón, entre campos segados y rastrojeras comenzaron a aflorar recuerdos mientras esperaba ver aparecer en lontananza al trenín, circulando por el aún existente trazado, renqueante, resoplador, envuelto en humo y con su inolvidable traqueteo. Así atravesamos mi querido pueblín Villafrades, con más recuerdos mirase donde mirase: La "pajarota" de la iglesia, las casas de barro y adobe, el camino a la desaparecida estación, el desmantelado puente del tren sobre el Sequillo, la pradera de nuestros juegos infantiles y los derruidos palomares.

Y seguimos paralelos al recorrido ferroviario, por allí reconvertido en Vía Verde. ¡Qué feliz idea! Y aparecieron más recuerdos, como el fato olor que enviaban las fábricas de curtidos, el paso de las barcazas bajo el puente sobre el Canal, la vista del Mirador de Autilla y, cuando llegamos a la Treinta, donde el tren se escondía en una trinchera.


Ya en Palencia surgieron emociones infantiles, al visitar la vieja estación del Secundario en los Jardinillos. También adolescentes y juveniles al visitar el inolvidable San Pablo de mis tiempos con Fray Escoba. Y no faltó subir a la Ermita del Cristo y contar a Toño lo de la romería de Santo Toribio y el pan y quesillo. Igual ocurrió en la Plaza de la Catedral, contemplando donde estudié mi Magisterio y, al pasear la Calle Mayor, recordar lo que fue, acompañados por el evocador sonido de la charanga, el baile de gigantes y cabezudos y el alegre bullicio de los niños. Quedaron por ver otros lugares, muy importantes para mí, para un prometido viaje.

Y cuando parecía no haber espacio para más, tras recorrer el Salón y echar en falta el singular templete donde, el día de Santiago, se oía La Cacería con sus trinos y escopetazos, contemplando la fachada del viejo Instituto Jorge Manrique, lleno de recuerdos estudiantiles, llegó la firma del Tren Burra y la pose con autores palentinos, "Herederos de la pluma de Jorge Manrique" según el Diario Palentino, ¡qué honor! Y surgió la emocionante sorpresa de la anciana en silla de ruedas, que había reservado mi libro, para que se lo firmara y deseaba conocer al hijo del señor Julián, el amable maquinista que tantas veces le regaló el agua caliente de su máquina. También el encuentro con el nieto del señor Valeriano, el maquinista de la máquina del tren asaltado por los bandidos del Oeste, en la película "Bandidos". Fue tanta la presión dada que estalló su caldera y tuvieron que reemplazarla.

Hubo más emotivos encuentros con descendientes de los viejos ferroviarios del trenín. Fue muy feliz para mí aquella inolvidable jornada.

Una historia de Julián González Prieto