‘Por pies’ Blog de Roger Salas para elpais.com

Por Silviasanchez

Esta semana se ha abierto desde elpais.com , en la sección de cultura, ‘Por Pies’  un blog del crítico de danza Roger Salas. Para abrir boca, este es uno de sus primeros posts, llamado ‘Biografía del tutú y 150 años de un incendio’.

Biografía del tutú y 150 años de un incendio

Por: Roger Salas | 29 de enero de 2013

Hay poco escrito de los símbolos principales del ballet clásico: a saber: el tutú y la zapatilla de puntas, dos accesorios muy trajinados por la historia y manipulados a placer por las circunstancias. Por ahí andan unos libritos escolares al respecto, pero nada enjundioso, nada jugosamente enciclopédico, y claro los británicos que son los más dados a esos detalles y a los juegos de té de porcelana decorada, han escrito bastante pero dispersamente sobre los dos objetos que os ocupan (en Londres tienen hasta un Trivial del ballet).

Se da por hecho que el tutú fue una invención de Eugene Lami, el dibujante parisiense que ideó los trajes de Marie Taglioni para “La Sylphide” (1832) y que lo perfeccionó su discípulo aventajado Paul Lomier casi 10 años después al idear los de “Giselle” (1841); Lami y Lomier eran además, excelentes grabadores. Todo pasaba en París y en el mismo sitio: la gran Ópera de la Rue Le Peletier (que se quemó). Luego un tútú se quemó también en el cuerpo de una bailarina: Emma Livry: la muselina ardió al entrar en contacto con las candilejas, la agonía fue horrible, y Emma que, casualidades hiladas, había nacido en 1841, era la discípula predilecta de la Taglioni. La llamarada fatal cobró fuerza el 15 de noviembre de 1862. La artista murió el 26 de julio del mismo año: fecha fatídica para los supersticiosos del teatro de danza. A Emma la historiografía del ballet la cataloga como la última gran romántica. Era fea de cara (había chistes y dibujos satíricos sobre su quijada), pero tenía un prodigioso equilibrio sobre las zapatillas de puntas (ya muy perfeccionadas entonces también), hasta el punto que la Taglioni le redacto su único ballet: “Le Papillon” (ya no era competencia para ella). Si tuviera tiempo les contaba el vía crucis de la “ballerina” desde que se quemó hasta que murió, aunque no era Emma la primera en emular a Juana de Arco: la primera fue la británica Clara Webster, que ya había muerto entre tules ardientes en el escenario londinense cuando bailaba “La rebelión en el harem” (que se desarrollaba en un imaginario y pseudos-nazarí palacio del Alhambra) en 1844.

Parece que bailar ballet era una profesión de alto riesgo entonces… y ahora, aunque hoy las leyes imponen que todos los materiales usados en el teatro sean ignífugos (lo que raramente se cumple: acerque un mechero o cerilla a un tútú estándar de hoy y verá lo que pasa). Luego el tutú se acortó, se le llamó “italiano” y dejó ver las piernas. También dejó de haber muertes violentas al menos por el fuego. Ya les contaré por qué las ballerinas italianas le metieron la tijera al tutú y volveré sobre el tema de las zapatillas de punta y su CV, que es largo y prometedor.

Cómo habrán visto los lectores de la edición dominical del País, el señor Salas tuvo la amabilidad de citarme a mi y a este blog en su reportaje sobre el atentado a Sergei Filin, que se mantiene archivado en internet aqui.