¿Por qué cantan los grillos cuando hace calor?

Publicado el 12 mayo 2020 por Jriquelmeib
Lo más curioso del ambiente de recreo parisino, años atrás, fue el cambio dramático adoptado en los cafés. Sí, en los cafés de la ciudad en el que los intelectos nutrían la mayor parte de las tertulias y que había declinado progresivamente en otro status de más cuestionada raigambre. Aquél status de pensadores libres, intelectuales, de jóvenes Voltaires, Rousseaus y Diderots en el Café Procope, había sido suplantado por los grillos de calle. Estos , con la llegada del calor del estío se instalan en las calles, en donde puedan ser bien oídos más que escuchados. Van calentando sus frios cuerpos (son de sangre fría). Su exposición al sol persigue obtener la energía óptima, y cuando la alcanza se pone manos a la obra. Entonces, el grillo come, excava, defiende su territorio, vocifera y golpea sin piedad los oídos ajenos. Toda una vida apasionante. En palabras de Louis-Sebastian Mercier "estos bichos solo sirven para hacer ruido". Los epicentros del ruído se van desmarcando, y de los asiduos campos y parcelas acotadas, van ocupando lugares pulcros e ilustres más identificados con otros tiempos. Tal y como sucedió en París, con el famoso Palais-Royal, referente en la ciudad allá por 1781, en la noche previa a la Revolución, con algunos de los ilustres como el Café Italien, Café de Caveau, y Café de la Regena, desplazaron al Procope. Un lugar de culto, sin lugar a duda. Dicho esto, otorgamos especial poder a la convergencia de lo popular y las élites culturales, que van siendo desplazados por los grillos de verano. Y es que podría asegurar que la palabra "politiquear" salió de las discusiones de los nuevos centros de reunión. Palabra pues, que admite que en tales círculos hubo encuentros entre distintos pensamientos y doctrinas filosóficas y políticas pero ya muy descafeinado, más bien de sobre (nunca mejor dicho) y sin argumentos sólidos. Quizás en parte por irse ganando terreno la herrumbre del discurso patriótico adoctrinado de bandera nacional. Afirmaron, fieles a la doctrina teodoriana, haberlo visto venir, haciendo gala de su más ingeniosa versión en pro de la falacia, y vergüenza más grande jamas vista. Ni la mejor versión de la comedia de Moliere hubiese dado justicia a tal variedad de escenas escalofriantes y emponzoñadas. Sin embargo, y muy a su pesar, de gran ayuda al orden político actual.